Virgen Rosa

 

Rafael Matesanz Martín

 

 

En tu carne de Virgen silenciosa
puso Dios el calor de su mirada.
Quedó la primavera consumada
y tu luz inocente se hizo rosa.

Rosa de Dios abierta y generosa
para dar tu hermosura inmaculada.
Cautivaste al Amor. Y en tu morada
quedó encarnada su Palabra hermosa.

Tus pétalos temblaban de alegría
y tu savia de rosa se decía:
"¿Cómo yo, cómo yo, para ser luna?".

Pero Dios, en tu carne prisionero,
dijo gozosamente: "Porque quiero
libar tu rosa y habitar tu cuna".

Y, desde aquel instante, se hizo vuelo
la mansa transparencia de la brisa.
Quedó aroma de rosa en la sonrisa
y aroma de Dios mismo y de su cielo.

Quedó la Plenitud besando el suelo.
Quedó la luz purísima y precisa.
Quedaste Tú, ¡oh Virgen poetisa!,
escribiendo poemas de consuelo.

Todo quedó tan rosa y tan abierta,
que nadie ignora dónde está la puerta
para entrar en la vida trascendente.

Y todo porque un día se hizo estrella
tu corazón de rosa, pura y bella,
dando a luz a la Luz perpetuamente.