Encuentro con María

 

Fray Diego de Hojeda

 

Y al fin llega a la calle más vecina,
adonde al hijo mira tropezando
con el gran peso de la cruz terrible:
¡Oh de ambos gran dolor, pena insufrible!

Sus ojos fija en él la Madre casta;
su vista en ella pone el Hijo santo:
esta luz en aquella luz se engasta,
y éste despierta aquel precioso llanto:
mírase el uno al otro: amor, ¿no basta
que con el hijo Eterno puedas tanto,
sin que a la Madre aflijas de manera
que, sin cruz, de la cruz pendiente muera?

Muere la Madre, cuando al Hijo mira:
más hace que morir, queda viviendo;
y de ver que no muere, más se admira,
porque se ve que viva está muriendo'
ni traspasado el corazón suspira; ,
que el anhélito ansioso recogiendo
del Hijo, le detuvo el que lanzaba
al tiempo que su vida le entregaba.