Meditación

 

José María Pemán

 

Por tu dolor sin testigos,
por tu llanto sin piedades,
Maestra de soledades,
enséñame a estar contigo.
Que al quedarte tú conmigo
partido ya de tu vera
el Hijo que en la madera
de la Santa Cruz dejaste,
yo sé que en ti lo encontraste
de una segunda manera.
Yo en mi alma, Madre, lavada
de las bajas suciedades,
a fuerza de soledades
le estoy haciendo morada.
Prendida tengo y colgada
ya mi cámara de flores.
y a husmear por los alcores
por si llega el peregrino
he soltado en mi camino
mis cinco perros mejores.
Quiero yo que el alma mía
tenga de sí vaciada,
su soledad preparada
para la gran compañía.
Con nueva paz y alegría
quiero, por amor, tener
la vida muerta al placer
y muerta al mundo, de suelte
que cuando venga la muerte
le quede poco que hacer.
Pero en tanto que él asoma,
Señora, por las cañadas,
-¡por tus tocas enlutadas
y tus ojos de paloma!-                                           recibe mi angustia y toma
en tus manos mi ansiedad.
y séame por piedad,
Señora del mayor duelo,
tu soledad sin consuelo,
consuelo en mi soledad.