Balada a Santa María

 

Olegario González de Cardenal 

 

 

“La mujer fuerte.. es como una nave de mercader 
que desde lejos trae su pan” (Prov 13,14)

¿De qué tierra lejana nos trajistes el trigo 
para damos el Pan de la Palabra: 
nos masaste la harina con nueva levadura 
para ofrecemos la hogaza de tu Hijo?

Tú surcaste los mares y el desierto 
en los que habita Dios con su silencio 
y bajaste a los senos de la tierra 
para arrancarle virgen su simiente primera.

La cosecha y el trigo, la molienda y la harina 
en tu entraña crecieron y en tus senos beldaron; 
tu memoria amorosa y tu cuerpo ofrecieron 
el agua y el molino, el rescoldo y el horno.

De lejos nos trajiste el pan que da la vida; 
de Dios mismo viniendo llegó hasta nuestra tierra; 
de ti misma naciendo llegó hasta su presencia, 
retoño en vuestra viña de humana sementera.

Tu libertad orante fue el lugar del milagro; 
tu carne estremecida dio su fruto granado 
para hacer a Dios mismo consanguíneo del hombre, 
al hacer a los hombres solidarios del Verbo.

Señora del Pan y la Palabra, abogada de pobres, 
tú eres ya para siempre el abismo que enlaza 
la pobreza del hombre, floreciendo y granando, 
con el Dios que se abisma en la carne del tiempo

Señora de Belén, donde pones con júbilo 
la mesa con m pan a los pobres del mundo, 
partiéndonos la hogaza de tu entraña entregada, 
diciendo en tu silencio la Palabra del Padre;

Soberana Señora, hermana de los hombres, 
danos siempre ese pan, que nos torna fraternos, 
y dinos la palabra que nos dice quién somos, 
¡Tú que, nave ligera, la trajiste de lejos¡