El Estuche de Dios

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Meditaba el Dios el Cielo 
Creador del gran universo, 
Como podría rescatar 
Al hombre malo, inconverso. 

Los justos ya están a salvo 
Según creen ellos mismos, 
Que merecen salvación 
Por sus vanos altruismos. 

Y Dios que sabe que el hombre 
No satisface su amor, 
Aunque con esfuerzos huecos 
Crean merecer su favor. 

Echó mano del poder
Del que rebosa, y es tanto, 
Que los ángeles no alcanzan 
A encomiarle con su canto. 

Y pensó desde lo eterno 
Hacer un magno prodigio, 
Por que el pecado del hombre 
Estaba bajo juicio. 

Y pensó que era muy grande 
El mal; y para quitarlo 
Solución el proveería 
Y podría solucionarlo. 

¿Cuál es la gran solución? 
¡Ha de ser insuperable!
Solo enviando a mi hijo 
Podría hacerlo salvable. 

Gran violencia es para mí,
Se dijo el Padre afectado, 
Enviar al mundo al hijo 
Para quitar el pecado. 

Pero para que funcione, 
A la perfección mi obra, 
Ha de bajar a la tierra, 
Y sufrir de gran zozobra. 

Y el hijo santo, obediente, 
Se ofreció para la empresa 
Del padre, por realizar, 
De Dios la antigua promesa. 

¿Y donde podré ponerlo 
Para que la humanidad, 
Antes de tiempo no dañe, 
Con alguna atrocidad? 

Y pensó hacer un estuche 
Que contuviera seguro, 
Al hijo de su sustancia, 
En un recinto muy puro. 

Es justo que deba ser 
En algún seno discreto,
Que mereciera guardarlo, 
En resguardo y recoleto. 

Y preparó una doncella 
De pureza contrastada, 
Por su mano poderosa, 
En lo eterno preparada. 

Y como aquel iba a ser 
El seno que lo gestara, 
Señaló con mil virtudes 
A María pura y preclara.

Hizo juntar a su cuerpo 
Un alma de flor airosa,
Y un aliento que a Él volara,
Igual que una mariposa. 

Por que era de Dios sabido 
Que había de preparar, 
Algo digno del tesoro 
Que había resuelto enviar. 

Y ¡vaya si preparó 
Alguien tan maravilloso! 
Como todo lo que el hace, 
Puro, obediente y hermoso, 

De virtudes ya colmada, 
Por obra del padre eterno,
Desposada con José, 
Y a Dios en su fuero interno. 

Y por fin sucedió algo 
Que Dios previsto tenía 
Y preguntó por el ángel 
A la virginal María. 

¿Por qué Dios que es quien dispone, 
Y a su poder no hay porfía 
Que oponerse nunca pueda, 
Preguntó si ella quería? 

Más no la quiso forzar, 
Para hacer lo que ordenara,
Sino en plena libertad, 
Su invitación aceptara. 

Si ella daba su anuencia 
Al plan divino de Dios, 
Y si sabía lo que era 
El prodigio salvador. 

Para que participara 
En la plena certidumbre, 
De que con ella contaba 
Y su rauda servidumbre. 

Ella que a Dios adoraba 
En su humilde corazón,
Siguió de Dios las palabras 
Y aceptó aquella misión. 

Fue advertida del peligro 
Desde que le hizo saber, 
Que sin tregua ni descuido 
Habría de padecer. 

Y cuando El padre infinito 
Vio que todo era obediencia, 
Se gozó, de que la fe, 
Pudiera más que la ciencia. 

La bendijo conmovido, 
De amor y de compasión, 
Pues conocía de antemano, 
Su suplicio, y su pasión. 

Y cuando se hubo cumplido 
El misterio tan glorioso, 
De rescatar al humano, 
Con sangre del victorioso.


La contempló con agrado, 
Con su divina sapiencia, 
Y se propuso elevarla 
Sobre toda otra potencia. 

Por que Dios, que es todo amor, 
Quedó de ella enamorado,
Por ser su excelsa creación,
Y propósito inviolado. 

Que la obra de María 
Es algo descomunal 
Y nadie sino el Señor 
La sabría valorar. 

Y ahora todos veneramos 
A tan excelsa figura, 
Sabiendo que está en el Cielo 
Como madre y reina pura. 

Y discutir no queremos 
Cosas del amor concito, 
De Cristo, el Padre, y María 
Y el Espíritu bendito. 

Alcen los rostros ufanos 
La legión de los salvados, 
Y con María glorifiquen 
Al que quitó sus pecados. 

Todo queda atrás del tiempo, 
En donde este ya no existe, 
Porque de la eternidad, 
Por Cristo, Dios nos reviste. 

Gracias damos al Señor, 
La bendita Trinidad, 
Y a Maria que cooperó 
Con la gran divinidad.