La canción de María

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

¡Con que múltiples figuras los hombres te han retratado!
Hasta mi mísera rima también se atrevió a cantar, 
Y en cuanta ocasión podía, tus grandezas relatar. 

Eres la madre del Verbo que de tu carne enfundado,
Impenetrable y divino, quiso encarnarse de ti; 
Y nadie sabe el misterio, que sucedió... porque sí 

Porque Dios propuso hacernos un regalo inesperado,
Digno de su majestad y de su amor infinito,
De su gran munificencia, de su altruismo bendito. 

Como era cosa imposible, para el hombre ser librado   
De su perfidia heredada, de su condena eternal,
Plació al Creador redimirlo por tu vientre maternal. 

Y portando en tu inocencia al que tiene el Principado,
Aceptando que el prodigio no era obra del azar,
Diste, de tu vida al mundo, al que lo había de salvar. 

Al que complace a su Padre y que tanto tú has amado;
Al Cristo que vislumbraron en su visión los profetas, 
Que a los ángeles deslumbra, y al que cantan los poetas. 

Al Rey, por derecho propio, para ser siempre adorado 
En los coros celestiales; al que alaba la creación,
Y con el débil humano quiere tener comunión. 

Y suspendido de gozo ante el milagro sagrado,
De cantarte, aun con torpeza, no he de cansarme jamás,
Que donde more tu hijo, allí también morarás.