María, clamor silente

 

Rafael Ángel Marañón

 

 

Tus manos recogieron mis impuros despojos, 
Cambiando mi sendero frenético y oscuro, 
En un nuevo existir, que vuelto limpio y puro, 
Nació por el milagro de aquellos tiernos ojos. 
 
La  benigna atracción de tu clamor silente,   
Tan recia y poderosa, tan humilde y tan pura, 
Es la fresca alameda que encubre en su espesura, 
El amparo que alivia del bochorno inclemente. 
 
Y fuiste Santa Virgen, sin ceño o reprensión, 
La que diste los pasos viviendo penitente, 
Abriéndole las puertas tan grata y blandamente, 
Al que a Jesús recibe con tu misma ilusión. 
 
Como el céfiro sopla en el bosque encantado, 
Tu voz serena y pura nos llama a conversión; 
Cual regalo de vida rebosando de unción 
Insistente y porfiada a Cristo me ha enviado. 
 
Adoro de Dios Padre los torrentes de luz, 
Los silbos apacibles de los himnos de gloria, 
Recordar los sucesos de la divina historia, 
Que con Jesús sufriente compartiste en la cruz.