A Nuestra Señora de Guadalupe

 

Padre Alberto Risco

 

 

¡Morenita que robas mis amores! 
¡Paloma de las tierras tepeyanas, 
que surgiste del cáliz de unas flores, 
que encendió con su beso una mañana! 
Yo, lejos de esa sierra,
de esa concha, que encierra
la perla más hermosa de los mares, 
fino recuerdo del amor fino
con que supo querer la que atesora 
todo el incendio del amor divino; 
lejos, muy lejos : de tus dulces lares,
jamás pisé tu templo, donde llora; 
mas que llanto; consuelo el peregrino.

Jamás mis ojos con placer se hundieron
en la visión serena
de esos ojos, que forman las delicias 
de los dichosos, que el placer tuvieron
de postrarse a tus pies, de tus caricias.

Yo no te sé cantar con los suaves,
canoros ritmos de cantoras aves, 
que beben en tus labios la armonía 
de su nunca estudiada melodía, 
Yo no puedo empapar los cantos míos, 
monótono gemir de los estíos, 
con los gratos olores,
que liba el aura dulce mejicana 
en los cálices rojos de las flores, 
que brotan en las lomas tepeyanas. 
Yo no aprendí a cantarte
con el arrullo del arroyo blando,
que baja de los montes, murmurando 
del césped que detiene su carrera, 
porque más rápido quisiera
y más presto poder los pies besarte.

Yo a cantarte aprendí en las canciones 
cargadas de cariños y emociones,
que me enseño, amorosa,
de las madres, la madre más piadosa. 
¡Cuántas veces, sentado en su regazo,
con preludios de un beso.
y amoroso final de tierno abrazo,
oí con embeleso
esa historia mil veces repetida, 
tanto más nueva, cuanto más oída!
Hoy que el recuerdo de esas emociones 
son, entre el fiero mar de mis pasiones, 
rachas, no más, de venturosa calma, 
hoy vuela hacia tu altar mi pensamiento. 
¡Necesito cantarte, porque siento
un Tepeyac de amor dentro del alma!
¡Porque en la fibra de mi amor más fina, 
llevo impresa tu imagen peregrina!

* * *

Yo no te vi jamás: pero te adoro, 
unido al almo coro
con que, al verter sus flores la mañana,
extática arite ti Naturaleza,
ensalza la belleza
de la Virgen sin par Guadalupana. 
Y yo escucho ese himno soberano, 
celestial canto llano,
formado por las aves que gorjean, 
las brisas que en el bosque juguetean, 
la sencilla oración de los pastores,
las gasas y cendales de las nubes, 
las alegres campanas que voltean, 
alas de los blanquísimos querubes, 
que bajan a cantarte sus amores;
y ese concierto grave, acompasado,
como un himno sagrado,
envuelto del incienso en los olores, 
que exhalan de sus cálices las flores, 
y el fruto de los campos perfumado, 
repite sin cesar ante tu planta,
esa antífona santa
que hace latir los cielos de alegría, 
y hace rugir a Satanás vencido: 
-oda hermosa eres ti, Virgen Maria, 
y mancha original nunca ha tenido.

* * *

Yo sueño que esa loma tepeyana 
es un inmenso altar a tu grandeza; 
sacerdote, el amor; sus oblaciones, 
todos los mejicanos corazones,
y toda alma cristiana,
que, por rendir tributo a tu pureza, 
merecía también ser mejicana.

Yo no te vi jamás; por eso ansío, 
antes que el frió invierno de la muerte 
hiele este pecho mío, 
¡sus últimos latidos ofrecerte! 
¡Yo cruzara los mares, 
impávido, atrevido,
por acercarme a tu bendito nido, 
para morir al pie de tus altares!

Yo envidio al indio pobre de la choza, 
que la visión de tus encantos goza;
yo envidio al avecilla,
que se posa del templo en los pilares, 
y a la alondra sencilla
que agita en esa loma su pechuelo,
y con sus trinos se remonta al cielo. 

Yo envidio al aura pura, 
saturada de aromas y frescura,
que bebió del ribazo en la corriente, 
y entra a besarte en tu divina frente. 
¡Déjame que te vea; 
que me abisme en el piélago insondable 
de ese mar de dulzura inagotable; 
que un instante no más dichoso sea! 
Yo volaré, cual leve mariposa,
que se acerca embriagada
a libar en las mieles de una rosa. 
Lejos de ti, la vida me da enojos; 
la muerte es junto a ti vida soñada. 
¡Fuente de amor, de paz y de alegría, 
fuera fuerte de amor el alma mía, 
abrasada en la lumbre de tus ojos!