Poesía de la Navidad

 

César Augusto Franco

 

 

I
No hay lino para cubrir
tanta desnudez divina,
ni zarzas para tejer
una corona de espinas.
Ni madera para cruz,
ni clavos para tenerte
sujeto y fijo de amor
en el árbol de tu muerte.
María viste de besos
tu carne recién nacida,
y José atiza el fuego
que enrojece tus mejillas,
y es púrpura para el rey
y una corona encendida. 

II

Negra muy negra la noche
extiende su densa capa,
mientras la luna denuncia
otra luz blanca muy blanca
espabilando en el heno
miles reflejos de plata.
Virgen muy virgen María
hace en el portal su cama,
más negra fuera la noche
más virgen fuera la dama.
Llega la noche a su cenit
de negrura milenaria,
y la luz abre la celda
virginal donde moraba,
la celda nazaretana
que sella Dios con la gracia
de la luz tan alumbrada,
tornando la noche en día
siendo ya noche cerrada.
Niño muy niño la luz
convierte la noche en alba
y se apagan las estrellas
para que brille la dama
sin quitarle fuego al sol
nacido de sus entrañas.
Virgen muy virgen María
robó a la noche su capa
con los destellos del alba,
que donde nace la luz
no existe noche cerrada. 

III

Busca María un juguete
para callar al zagal,
que no hace más que llorar,
y no hay cristiano que duerma
de tanto oírle penar.
Como es diciembre no hay flores
para tejer mil guirnaldas,
que le adornen de colores
la cuna que le amortaja.
Sólo encuentra entre las pajas
una ramita de olivo,
que a la luz de los candiles
hace dibujos festivos:
conejos y pajarillos,
alas de un ángel furtivo
y golondrinas inquietas.
¡Sombras proyecta el olivo!
El niño trueca los lloros
por la sonrisa de Dios,
y se adormece en la cuna
bajo una sombra de cruz: 
es el trazo del olivo
sobre el bastón de José,
que María sobrepone
sin saber, Señor, por qué. 

IV

Dicen que la luna es blanca
porque ha perdido el color
en una noche muy negra
donde brilló puro el sol.
Y dicen que el sol se quema
incendiado de pasión
mientras el mundo se enfría
con odios y resquemor.
Dicen que un niño ha nacido,
blanco lirio sin dolor,
de una Virgen que se viste
con los piropos de Dios.
Dicen que el niño sí sufre
siendo ya Dios en prisión,
su llanto envidia la luna
y eclipsa el fulgor del sol,
y dicen que, mientras llora,
le roba pasión a Dios
para encender a los hombres
hogueras de compasión.
Dicen que la luna es blanca
porque ha perdido el color,
cuando en la noche de invierno,
brilló, hecho niño, el sol. 

V

Los primeros ayes de María 
al nacer su Hijo
¡Ay, carne de mi carne,
tan sin dolor nacida,
toda vienes de mí
sin varón concebida!
¡Ay, sangre de mi sangre,
con que soy redimida,
siendo madre de ti
me devuelves la vida!
¡Ay, gozo de mis gozos,
que me dejas herida
con sospechas de muerte,
que ensombrecen mi dicha!
¡Ay, luz para mis ojos,
que contemplan los tuyos
donde me llora Dios
al son de mis arrullos!
¡Ay, risa de mis labios,
balbuceos divinos,
que ponen en mi boca
piropos como lirios!
¡Ay, llanto de mi llanto,
que me corta el aliento,
al ver entre tus lágrimas
un dolor que no entiendo!
¡Ay, vida de mi vida,
que se me va muriendo
poniéndote pañales
que se me antojan lienzos!

 

Fuente: Biblioteca Almudí