Virgen de los Andes 

 

Claudio Serra Brun

 

 

Por los montes voy andando
y mi canto es un lamento
mezcla de esperanza y llanto.
Veo el dolor infinito del mundo
la maldad por doquier
señoreando a los cuerpos sin alma.
No comprendo el matar, no es humano.
Pero así como el fuego de unos pocos
ennegrece el aire,
contamina todo a su paso,
la bondad del pueblo es como la tierra,
es la base donde
afloran todas las cosas,
donde surge la música
y la vida.
Llego al último confín
del último pueblo
frente al desierto de los Andes.
En la ermita una Virgencita barroca
rodeada de flores pintadas
las paredes forradas
de madera de cactus seco,
los bancos de algarrobo
los muros de barro encalado
las pircas que rodean tu Casa
abiertas
a la infinita planicie
y al cielo. 
Mañana será tu Día
el Quince de Agosto frío y soleado,
y bajarán de los pueblos
con sus mejores prendas,
con zapatos,
con el erke y el siku
y la piel de cordero
bailando y cantando.
Pondrán a tus pies la piel blanca inocente
y pedirán tu bendición,
tus manos llenas de grano de maíz,
el fulgor en los ojos de sus niños.
Porque de todo el dolor del mundo
la tierra buena se alza y sostiene
el Don recibido
de Amor por sus hijos.