Salve, María, Mujer de la historia

 

Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

 

 

Salve, Virgen y Madre, María
Mujer y testigo de la Historia,
que recorre en arco la Biblia
hasta coronar de estrellas
el azul sin fondo de tus ojos
bañados de luz divina.

Déjame esculpir tu frente
sobre el tronco añejo
del árbol frondoso de la vida
para que cuantos te miren, María,
caer en la cuenta puedan
que eres sombra fecunda
cuando más calienta el sol del mediodía
de nuestro tedio y cobardía.

Eres Mujer tan antigua y tan nueva
que en tu Sí de la Anunciación
cabe la Creación rota del Génesis
y el triunfo glorioso del Cordero del Apocalipsis
germinado en tu seno inédito de virgen
hecho Cristo encarnado
para juntar lo divino con lo humano.

Tú eres la Historia, María,
resumida y concebida un día 
en tu vientre
y nacida en nuestra tierra
en la forma del Cristo humilde y paciente,
para ser promesa cumplida,
la que fue dada a Abraham nuestro padre,
el hombre que cruzó el desierto ardiente
sin más calzado que sus sandalias nómadas
impregnadas de certeza y esperanza paciente
en el Dios que le prometió ser padre 
de un pueblo más numeroso que las rubias arenas 
de la playa 
o las estrellas copiosas del cielo.

Si Abraham por la fe fue Padre,
por la misma fe, tú te has convertido en Madre
del Cristo que todo lo hace nuevo 
con sólo alargar en aspa las manos
que bendicen, clavadas, 
desde el tronco de la cruz
alargada en el tiempo de la Historia
para redimir y salvar
para bendecir y perdonar
y llenarnos de su luz.

Déjanos estar junto a ti, María,
al pie de la Cruz donde madura 
tu Historia y la nuestra,
y antes que asome la luna llena
déjanos amortajar de silencio agradecido 
al Hijo 
que un día te hizo Madre 
cuando eras tan sólo una dulce doncella
de un humilde hogar en la tierra nazarena.

Luego, velaremos el sueño
de la noche corta del sepulcro 
custodiado de olivos, 
en el Huerto 
donde se amasa el Pan y el Vino, 
María,
de la Pascua nueva
que estallará de gloria al alba
del tercer día 
con sabor a hermandad y Eucaristía.