Decálogo a la Virgen María

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

Madre del Amor Hermoso,
y Dulce Nombre de María,
arco iris luminoso,
bajo el sol del mediodía,
vuelve a nosotros tus ojos,
para cambiar tanta apatía.

Madre sin pecado concebida,
y del Espíritu paloma blanca,
Nueva Eva de la vida,
nueva flor de mi esperanza,
danos de tu aurora la brisa,
y el Arca de tu Alianza.

Madre del Divino Verbo,
Auxilio de los cristianos,
manantial cristalino y fresco,
para el cuerpo abrasado,
ante las puertas del Averno,
por soltarnos de tu mano.

Madre en el desamparo,
y por tu Amor Misericordioso,
acógenos bajo tu manto,
y por tu vientre venturoso,
en los cielos soberano,
bebamos siempre de su gozo.

Madre de la Divina Gracia,
y Puerta del Cielo,
purísimo manantial que sacia,
al que busca el consuelo,
y el amor en abundancia,
de tu pecho misionero.

Refugio de los pecadores,
Estrella de la mañana,
dame para mí los dolores,
que producen las llagas,
al Hijo de tus amores,
y Luz de eterna Llama.

Virgen poderosa,
y Virgen clemente,
Madre amorosa,
y Madre prudente,
salva a mi alma pecaminosa,
del llanto y crujir de dientes.


¡Virgen de vírgenes santas!,
Trono de la sabiduría,
llore yo con ansias tantas,
que se libre el alma mía,
al postrarme a las plantas,
del Inmaculado Corazón de María.

Virgen purísima,
y Madre inviolada,
Virgen prudentísima,
y Madre inmaculada,
que por tu amor se exima,
el dolor de mi pecadora alma.

Reina de los profetas,
y Torre de David,
ten a mi alma sujeta,
en tu Torre de Marfil,
y déjala allí quieta,
hasta el instante de partir.