Nuestra Madre de Consolación y Correa en sus Dolores

Antonio Rodríguez  Mateo

 

 

En sus ojos reflejados,
sudario y madero,
nada más en el Calvario,
que la cruz y su desespero,
su pecho está arrasado,
y su corazón prisionero,
sola la han dejado,
con su llanto misionero.

Eres consolación,
de justos y pecadores,
y Madre del sufridor,
por tu correa de dolores,
sales en procesión,
mostrando los horrores,
que anegan tu corazón,
de llanto y desazones.

Miras la cruz vacía,
donde ya no está Él,
agustiniana tu Cofradía,
en un Convento de fe,
tu alma se cubría,
de la sangre de su piel,
y los clavos que veías,
abandonados a tus pies.

Ojos desencajados,
y mirada ausente,
en rostro desesperado,
con palidez de muerte,
nadie va a su lado,
todos están ausentes,
su Hijo han crucificado,
y Ella no puede verle.

Al momento de la Asunción,
de tu cintura cayó la correa,
Santo Tomás la recogió,
de dolor estaba llena,
la clausura la veneró,
con tanto amor y entrega,
que al mundo causó,
una profunda huella.

Madre de Consolación,
dolores de tu pecho,
correa en tu corazón,
por la consumación del Hecho,
a tu hermosa Concepción,
mira lo que le han hecho,
buena muerte nos dé Dios,
tu Hijo no tuvo eso.