Alba nuestra

 

Eleuterio Fernández Guzmán 

 

 

Avizor el pensamiento, clarificado el destino,
vemos, en nuestro particular anhelo,
una luz que ilumina, con su rostro,
el quehacer, ligero el corazón de penas
entonces.

Miramos, desde aquí, ahora, el horizonte
que quisiéramos tener, y encontramos,
el amanecer de nuestro corazón
cuando sabemos que, allí,
su calida mirada, María Virgen,
se entrega sin la limitación de la tibieza,
sin querer más de lo que queramos darle,
ni menos de lo que merece.

Alba y llegada, nuevo día de nuestra fe
que regenera del pecado,
caminar seguros porque su mano es suave
como el yugo de su Hijo, Cristo, Hermano.

Alba nuestra, ser, estar siempre aquí,
presente el aroma de eternidad,
lista para ser ayuda y auxilio,
para ser canto de amor,
para tenerla como Madre nuestra, también.