Luz (prosa)

 

Eleuterio Fernández Guzmán 

 

 

En muchas ocasiones, llevados por una sensación de tristeza y de desamparado corazón, llevados por un alicaído sentir y por una tergiversada realidad sentida desde nuestro, tratamos de encontrar salida a ese misterioso afán del olvido por no recordar que    tenemos el asidero donde recostar nuestro sueño,    que podemos rehacer esa existencia tremenda del abismo con sólo recordar que tú entregaste tu fe porque la creías de Dios, como así era.

En muchas ocasiones, entrelazados los sentimientos por quimeras mundanas y recibidas las mañanas con ahínco y perseverancia, sabemos que, en tus manos, que dieron la caricia esperada por Jesús, que   supieron hacer sentir al hermano la presencia del Padre, tendremos, con buscarlas tan sólo, esa luz que marca el camino que lleva al Reino y que tiene, con  un presente tan nuestro como fue el tuyo para ti, la certeza que emana de la Palabra, el testigo que el Espíritu dejó en Isabel cuando testimonió, Juan esperando, dentro, en el calor del vientre amado, la bendición que sus labios vertieron para que el mundo supiese que tú, María Madre, suya y nuestra, dabas lo que te había dado Dios, lo que de tus ojos fieles           surgió.