A la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora

 

Príncipe de Esquilache

 

 

Reina y Madre, Virgen pura,
que el sol y cielos pisáis,
a vos sola no alcanzó,
la triste herencia de Adán.

¿Cómo en vos, Reina de todos
si llena de gracia estáis,
pudo caber igual parte
de la culpa original?

De toda mancha estáis libre;
¿y quién pudo imaginar,
que vino a faltar la gracia
adonde la gracia está?

Si los hijos de sus padres
toman el fuero en que están;
¿cómo pudo ser cautiva
quien parió la libertad? 

Sois entre tantos pecheros
de vuestro mismo solar
hidalga de privilegio,
que a ninguno se dará.

Sois de Jacob estrella,
que cielo y tierra alumbráis;
¿Qué oscuro vapor de culpa
pudo una estrella manchar?

Si la que en Adán fué culpa,
pena ha sido en los demás,
y nunca fuisteis deudora,
¿quién os la puede llevar?

Si con tanta diferencia
excedisteis a San Juan;
los que Dios desigualó,
¿quién los pretende igualar?

Antes del día os guardaron,
y aunque al paso natural
madruga en todos la culpa,
pero en vos la gracia más. 

Una misma fuisteis siempre;
y es imposible ajustar
hija de guerra un instante,
y otro Madre de la paz.