María
reconstrucción del hombre
Padre
Juan Manuel del Río C.Ss.R.
Mundo
de pobres.
La
peor de las lacras sociales es hoy la pobreza. Una pobreza que es real y
artificial al mismo tiempo. Que es real a la vista está. Y que es
artificial, también. Porque la pobreza, al menos en su extrema gravedad, es
evitable.
La
tremenda desigualdad entre unos y otros en el mundo actual es el sarcasmo más
blasfemo de todos los tiempos contra el mismo hombre.
La
pobreza crea además bolsas tremendas de incultura. Gente con gran talento
que jamás será aprovechado, porque la falta de recursos les impide ir a
una escuela superior o a una universidad; sin contar el problema de
convivencia social que se va creando por el resquemor que la misma pobreza
conlleva.
El
mundo en tiempos de María.
El
mundo que le tocó vivir a María era una sociedad patriarcal y judía,
donde la mujer carecía de relevancia social.
El
pueblo judío, para colmo, estaba sometido económica y militarmente a los
romanos.
Las
hijas pasaban del poder del padre al poder del esposo. Su función principal
era la maternidad.
Podían
ser repudiadas fácilmente por el marido.
No
se le tenía en cuenta ni en la sinagoga.
Era
célebre el dicho del judío varón que alababa y daba gracias a Dios por no
haberlo creado mujer.
Por
más que todo, por fuerza de la costumbre, pudiera parecer normal, no dejaba
de ser una injusticia y una humillación para las mujeres.
María
esperanza para el pueblo cristiano.
El
pueblo cristiano tiene sin duda una innata intuición que le hace comprender
dónde radica el valor de cada cosa. Y en María vio una llamada para su
vivir diario. Un modelo de referencia seguro.
Ella
era humilde, gozosa, agradecida, a pesar de que Dios la había constituido,
y quizá por eso mismo, tan maravillosa.
No
se ensoberbece, ni se le sube a la cabeza su privilegio de ser la Mujer
elegida por Dios entre todo el pueblo judío para ser la Madre del Mesías.
Pueblo, por lo demás, que había estado por siglos de siglos esperando este
momento.
Siente
que Dios está con ella. Esto es lo importante. Y que por ella, está con
todo el pueblo, sobre todo con los más pobres y humildes.
Y
sabe proclamar que Dios “derriba de sus tronos a los poderosos del
mundo”.
Al
igual que su Hijo Cristo acompaña, con su saber estar, al pueblo que, como
ella, tiene el corazón abierto a Dios.
La
causa de su Hijo es su causa. Y la causa de su Hijo son los pobres.
Como
dice el documento de Puebla (nº 297) “María se manifiesta como modelo
para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias de la vida personal y
social, ni son víctimas de la alienación, sino que proclama con ella que
Dios ensalza a los humildes y, derriba a los potentados de sus tronos…”.
Urge
reconstruir al hombre.
La
situación de pobreza opresora y oprimente en que vive tanta gente hoy,
pensemos en la situación de
los emigrantes, en las mujeres maltratadas, en la explotación sexual de
tantos niños por el turismo sexual y aberrante, tan de moda hoy, convierte
en urgente la necesidad de que la sociedad en general y los gobiernos de
turno en lo particular, todos, reflexionemos al respecto y tratemos de poner
límite a esta lacerante realidad.
¡Cuántas
mujeres hay hoy en día resignadas, pero no felices! Y sin embargo, hemos
nacido, todos, para ser felices. No todos lo consiguen. Las situaciones
condicionan.
El
ser humano se reconstruye desde la sintonía con Dios y con los demás.
No
hay vida cristiana si no hay sintonía con Dios. Urge, pues, vivir la vida
en el Espíritu. Sólo Dios es camino de libertad.
Urge
vivir en el amor de Dios, porque somos hijos de Dios. Y siendo el amor
difusivo, necesitamos amar también a los demás.
Y
urge amar al estilo de Dios. Amar como Dios ama y amar lo que Dios ama.
Dios
ama al hombre y al mundo.
San
Juan nos dice: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único.
Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo” (Jn
3, 16-17).
El
Dios de María es el Dios de la Historia. Es el Dios que ama a la Humanidad
porque es su creación. En consecuencia, Dios ama todo lo que pertenece a la
humanidad, como es la cultura, las religiones, y todo aquello que el hombre
legítimamente ama.
Dios
ama a cristianos, judíos, musulmanes, y demás religiones, porque ha
enviado a su Hijo para salvar a todos.
Pero
hay que amar, ésta es la base, como Dios ama, y con el amor con que Dios
nos ama. La contraseña de que pertenecemos a Dios es el amor.
No
es la doctrina lo que nos distingue. La identidad de los hijos de Dios es el
amor.
Dios
ama al Hombre. Dios ama la Vida. Dios ama la Naturaleza.
Dios
ama a María, y en ella encontramos un modelo firme que afianza nuestra
esperanza de reconstruir al Hombre.
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