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La Virgen María en la predicación del Maestro
Ávila
Padre Lucio Burgos O.C.D
Juan de Ávila ha sido un enamorado de la Virgen María. Una emoción le
invadía en cada fiesta de la Madre de Dios. Por eso los sermones que nos
ofrece van a exponer muchos temas marianos. El Maestro Ávila refleja en sus
escritos un resumen de lo que se predicaba y creía en la iglesia que le tocó
vivir. Como buen pastor, el Santo Manchego no solo va a exponer la doctrina
mariana sino que descenderá a casos concretos, a la práctica diaria del
vivir cristiano.
“Ten a la Virgen por abogada, que huele a incienso
muy bien… porque si fueres devoto de ella, sentirás deshacerse las
tentaciones, como la cera delante del fuego”(Sermón 63). “María está
siempre muy aparejada para socorrer a cualquier persona en cualquier tiempo
y negocio en que la llamare” (Sermón 69).
--- “Madre del
que es Dios y hombre”
“¿Queréis honrar a la
Virgen? Llamadla Madre del Dios humanado” (Sermón 68). Establece una
relación estrecha entre la Virgen y Jesucristo. Muy asociada a la obra del
Redentor. Todo lo que tiene María es de Cristo y por Cristo. La nueva Eva
colabora estrechamente con el nuevo Adán.
La relación entre María y
Cristo se hace más patente en la Eucaristía. La carne y la sangre de Cristo
son carne y sangre de María. Se trata del “pan de la Virgen”. “Ella fue la
que amasó este pan”. Esta dimensión mariana de la celebración eucarística
tiene una estrecha conexión con el sacerdocio ministerial. Los ministros
deben estar unidos estrechamente a la Madre de Dios y llevar una vida
semejante a la suya.
--- La Virgen
Es el título que más usa el Maestro Ávila en sus sermones. Con
frecuencia va a recurrir a la limpieza de la Virgen como modelo de todos
aquellos que han elegido la virginidad como estilo de vida y a ejemplo de la
Madre del Señor. El Espíritu Santo ha hecho de la Virgen una zarza ardiente
que no se consume. El tema de la virginidad de María va a ser una realidad
muy socorrida en los sermones de la Navidad.
“¿Qué zarza es esta, que
arde y no se quema? Que vean vuestros ojos una doncella preñada: está Dios
en ella y no se quema, preñada está y doncella. ¿Qué zarza es esta? …
Pidamos a nuestro Señor gracia para que sepamos recibir y gozar y entender
algo de este misterio” (Sermón 65,1).
--- Maternidad
espiritual de María
María es nuestra madre,
somos hijos de la Virgen y hermanos de Jesucristo. El cuidado que tuvo María
de su hijo hoy lo prolonga en cada uno de los creyentes. La maternidad
espiritual de la Virgen es una doctrina muy común y muy socorrida en los
sermones de Juan de Ávila. María es Madre de gracia, es medianera, Madre y
hermana nuestra, madre de misericordia o “enfermera del hospital de la
misericordia de Dios” (Sermón (60), madre de los pecadores, “universal
limosnera de todas las gracias” (Sermón 71). Ella cuidará de cada uno de
nosotros hasta que el mundo se acabe. Por eso la invitación a acudir a ella
es continua en los sermones. Incluso reza un avemaría antes de empezar la
predicación para que la Virgen consiga de Dios las gracias especiales de
cada sermón.
“Entendamos muy de verdad que, con el grande amor que
nos tiene, desea que vayamos donde ella está, y que para esto está muy
aparejada para socorrer a cualquiera persona en cualquier tiempo y negocio
en que la llamare. Riquísima es, para todos tiene” (Sermón 69).
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María y el Espíritu
Hay una imagen muy querida
y acariciada por el Santo: la Virgen en el Cenáculo reunida con los
discípulos en oración esperando al Espíritu Santo. Esta escena se va a
recordar muy especialmente en el tiempo de Pentecostés, incluso se ofrecen
pormenores de este acontecimiento. Habría que leer con detención los
Sermones de Pentecostés. Dice el Santo que es un gran misterio. Los
discípulos acuden a la Madre de la Misericordia para recuperar la fe que han
perdido en su Maestro. La venida del Espíritu dará cumplimiento a las
palabras de Jesús y será una gran consolación para los apóstoles. Todo
cristiano está llamado a visitar el Cenáculo para experimentar la fuerza del
Espíritu.
--- La devoción mariana
No era amigo el Apóstol de Andalucía de una piedad vana y superficial.
Aprovechaba sus sermones para fortalecer las raíces de la fe. Las fiestas de
la Virgen eran una ocasión privilegiada para alimentar el amor a la Madre
del Señor. La primera indicación que encontramos en sus escritos es exhortar
a la imitación a la Madre de Dios. Más de una vez va a pronunciar estas
palabras en sus sermones: “¿Qué haré para tener devoción a la
Virgen?”(Sermón 63).
“Todo lo que mi Hijo os dijere hacedlo. Y así el
mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que manda su Hijo: “Señora,
por vuestro amor perdono esta injuria”. ¿Tenéis amor malo a mujer?: “Quiero
apartarme de ella por vos. Quiero callar silencio quiero tener por amor de
vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer, ofrecerlo por la
Virgen”. Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha. Imitémosla en la
humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de quien hemos
de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después gloria” (Sermón
63).
Aprovecha los sermones de la Virgen para dirigirse a los
sacerdotes, religiosos y seglares. El Santo ve una gran relación entre la
Virgen y los sacerdotes. De aquí que recomiende vivamente a los presbíteros
tener una gran devoción a la Madre de Dios.
Se hubiera que resumir en
pocas palabras la doctrina del Santo sobre la devoción a la Virgen habría
que decir: “Señora, nuestro oficio será pensar en vos, hablar de vos,
seguiros a vos en vuestra vida y mirar cómo hacíais y así hacer nosotros…
gastarnos hemos todos en vuestro servicio” (Sermón 61).
Tiene Juan de
Ávila un respeto especial por la piedad popular. Procesiones, estampas,
cruces, rosarios, romerías, novenas…En sus sermones y cartas encontramos
muchas referencias a la Pasión del Señor, al Corazón de Cristo, la
Eucaristía, María y los Santos. Son los campos donde se refleja la piedad
popular. Todos estos acontecimientos son una buena ocasión para insistir en
la caridad, en la vida santa y en la entrega al Señor.
Juan de Ávila,
gran evangelizador y modelo de todos los que han predicado el Evangelio,
hombre orante y de palabra llena de doctrina, amante de la sencillez y de un
profundo amor a la Virgen con Jesús en brazos nos recomienda: “Rogad a la
Virgen que os dé ojos para saberla mirar. Cuando yo veo una imagen con un
Niño en los brazos, pienso que he visto todas las cosas” (Sermón 4).
A Juan de Ávila le sobra doctrina para ser Doctor de la Iglesia. Su figura
tiene una palabra válida para la Iglesia del siglo XXI embarcada en una
nueva evangelización.
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