El judaísmo que conoció la Virgen María

Padre Felipe Santos Campaña, SDB

Es el Dios de la justicia el que inspira el miedo religioso de su pueblo y también el Dios de la misericordia el que extiende su compasión a todas la generaciones. ¿No era el miedo de Dios el principio de la Sabiduría? El judaísmo no es primeramente una ortodoxia, sino una ortopraxis. El árbol se conoce por sus frutos. Es actuando como se revelan los verdaderos pensamientos de su corazón.

El judaísmo ha insistido siempre en el cumplimiento de las obras de caridad. La versión sinagogal de la Biblia en el libro del Génesis 35,9, cuando evoca la muerte de Débora que Jacob enterró en Betel, añade una oración que enumera las obras de misericordia que todo judío debe observar:

“Dios eterno... nos has enseñado a bendecir al novio y a la novia desde Adán y su compañera; nos has enseñado a visitar a los enfermos desde nuestro padre Abrahán, el justo, cuando te apareciste en la llanura de la visión mientras sufría siempre por su circuncisión; nos has enseñado también a consolar a los que lloran, desde nuestro padre Jacob, el justo. La muerte sorprendió a Débora, nodriza de Rebeca su madre, y Raquel murió cerca de él durante su viaje. Se conmovió lanzando lamentos y lloró amargamente en su angustia. Pero tú, en tu misericordia bondadosa, te apareciste y lo bendijiste, lo bendijiste con bendiciones a los que lloran y los consuelas”.

Tres obras se enumeran: bendecir al novio y a la novia, visitar a los enfermos y consolar a los que lloran.

Entre las obras de misericordia figura la visita de los enfermos. En este contexto se inscribe la visita de María a su prima Isabel que estaba embarazada. Pero hay más. En el Magnificat que canta María menciona a Israel: Ayuda a Israel su siervo, acordándose de su misericordia.

María conocía la página bíblica del Génesis al relatar el pasaje de Jacob en el vado de Yabboq. Para encontrar la tierra que había abandonado como fugitivo, Jacob es atacado por un misterioso ser que se desvela finalmente como Dios mismo. En esta lucha tiene la caldera apagada y recibe un nuevo nombre:

“Tu nombre no será ya Jacob, sino Israel, pues has combatido con Dios como con hombre y has vencido.”

Fuente: El Universo de la Sagrada Familia