El porte de María

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

La primera impresión que en nosotros produce la presencia de una persona es debido a lo que a simple vista contemplan nuestros ojos, pasando el tiempo y con un mejor conocimiento podemos hacer un juicio, que puede confirmar o rectificar la primera impresión.

El porte de las personas es un lenguaje que de una manera inconsciente o meditada nos comunica con sus riesgos de inexactitud el ser de la persona. Como no tenemos ninguna fotografía instantánea de María, no nos podemos hacer una idea de cómo era con exactitud externamente; pero sí tenemos algunos datos en el Evangelio, que son más que suficientes, para que nos delaten cómo era María.

Lo primero que nos imaginamos de Ella era su sencillez. Esta virtud humana es fruto de una gran personalidad y tiene un trasfondo de humildad, se adapta a las circunstancias, pero con un resultado agradable:

c  Silenciosa ante el misterio.

c   Sin empaque una vez que acepta ser Madre de Dios.

c  Servicial ante su prima Isabel.

c  Serena ante las dudas de José.

c   Sola, peor sin miedo, esperando al Hijo ya próximo.

c   Solícita en medio de la fiesta del banquete en Caná.

c  Deseosa de escuchar la Palabra de Dios.

c   Fuerte en su prueba del Calvario.

c   Comprensiva con los apóstoles miedosos.

c   Alentadora en al Iglesia naciente.

Lo grande de María es que si llegó a ocupar el primer lugar de preferencia ante Dios se debió a su humildad, “porque se fijó en la humildad de su esclava...” (Lc. 1,48). Dios no necesita de nuestros servicios, quiere contar con ellos para que resplandezca con más nitidez la acción divina. Nuestra labor no está en hacer cosas, sino en no estorbar la acción de Dios dentro de nosotros, y esto se realizará en la medida que somos sencillos y humildes como María.