Maria, peregrina en la fe

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

María, guía de sus hijos componentes de la Iglesia, los lleva por el camino arduo y oscuro de la fe.

 

1.     Camino arduo:

ü     La fe no garantiza una marcha fácil y sin complicaciones por la vida.

ü     La fe no anula las dificultades pequeñas y abundantes, como tampoco las grandes y llamativas.

  María se enroló en la fe de una manera total y definitiva, cuando rubricó con un Sí la propuesta del ángel, para aceptar ser Madre del Mesías. A partir de entonces empezó a recorrer el arduo camino de la fe:

            Sin entender lo que pasaba.

            Sin compartir su secreto de la maternidad.

Esperando continuamente la herida de la espada que Simeón le había anunciado.

            Sin comprender a su Hijo.

ü    La fe de María se veía asaltada por innumerables preguntas:

§        Una respecto a su Hijo: Era uno más en Nazaret, sin sobresalir ni en el trabajo ni en la asistencia a la Sinagoga.

§        Otras se referían a Ella misma: Humanamente no se preveía el cumplimiento de aquella profecía de que la iban a llamar Bienaventurada, pues, en su vida no pasaba nada extraordinario.

María no se resistía, sino que se entregaba a Dios.

 

2.     Camino oscuro:

ü     La fe no se fundamenta en la evidencia. Todos queremos “ver” claro aquello que creemos, y resulta que una propiedad de la fe respecto a lo que creemos es la oscuridad, de ahí se deduce que la fe es un acto libre y por lo tanto meritorio.

ü     Nuestra manía de seguridad nos hace querer agarrad con las manos la realidad, que creemos, palpar su objetividad.

  María estaba rodeada de una realidad contraria a lo que creía, pues, Ella era Madre de una criatura, que a su vez era su Creadora.

ü     Todos pretendemos salir de las aguas movedizas y pisar en firme, queremos tener una garantía de que es verdad aquello que creemos.

  María no deja su camino de la fe, aunque las pruebas por las que pasa son numerosas: ¿Por qué quiere matar Herodes a su Hijo, si era el Mesías esperado desde hacía muchos años? ¿Por qué los escribas y fariseos se oponen a su predicación? ¿Por qué el Sanedrín le condena? La fe de María se veía continuamente combatida, pero Ella no sucumbía ante la tentación de querer ver claro, sino que aceptaba aquella noche de su fe.

María no se resistía a la prueba, sino que se entregaba confiadamente a la voluntad de Dios.

Nuestra condición de peregrinantes nos hace estar en una inestabilidad propia del que avanza, peor con una certeza de llegar a la meta. María superaba las continuas pruebas de la fe, sabiendo de antemano que Dios es fiel en el cumplimiento de su promesa.