Al pie de la cruz, con fe

 

Padre José Luis Martín Descalzo

 

 

A lo largo de los siglos, escritores, pintores, músicos, han querido pintar esa tristeza única de María que ve morir a su hijo y lo han hecho intentando resumir en ella los rostros de todas las madres que han sufrido por sus hijos muertos. Pero todos han fracasado, todos se quedaron cortos. ¿Sabéis por que? Por que, como ha escrito Bernanos, "no existe tristeza humana sin amargura. Nuestra tristeza nace de la experiencia de nuestras propias miserias y, al fin y al cabo, es siempre algo impura. Pero la  tristeza del rostro de María era inocente, completamente inocente. Por eso no era rebeldía, sino aceptación".
También yo fracasaré ahora intentando contar esa tristeza y volveré a fracasar intentando explicar el gozo por el Hijo resucitado.
Por eso ¿puedo pedirles que lean esta reflexión más con el corazón que con los ojos? Solo así lo entenderán. Porque solo con el corazón esta escrito.
¿Como hablar de la pasión de María con la suficiente ternura? Bernanos, en el texto que antes citaba, añade que si la humanidad hubiera descubierto verdaderamente quien era María, habría formado en torno a ella un muro para protegerla del dolor de ver morir a su hijo. Pero el gran misterio es que Dios si sabia quien era ella verdaderamente y, sin embargo, no la protegió, le permitió descender hasta la misma entraña del dolor y del llanto.
El mismo Dios que la había protegido de la riqueza, del brillo, de la apariencia, de todo lo que los hombres verdaderamente amamos, no quiso, sin embargo alejarla de la cruz. Porque Dios sabia muy bien que el dolor es lo mas sagrado que hay en los hombres y que la cruz es lo mas alto que ha existido en toda la historia de la raza humana. Era necesario que ella estuviera allí, aunque sufriera, aunque fuese tan solo para que los
hombres entendiéramos, al verla, cuanta pureza podía salir de aquella muerte de su hijo.
Y es que María fue grande en Nazaret y grande en Belén, pero donde realizo su plena maternidad fue en el doloroso parto del Calvario.
A este parto sangriento intentaremos acercarnos de puntillas y con respeto, coma hay que acercarse siempre a todo dolor humano, tratando de adivinar lo que ella sintió. 
Pero sin detenernos en el: porque todo el Viernes de María olía ya a resurrección desde la fe.
La fe: esta es la gran clave de la vida de María. Porque todo le fue dado. Pero todo lo vivid en la penumbra de la fe, dejándose llevar de la mano por Dios hacia lo desconocido, sin acabar nunca de entenderlo hasta después de la resurrección de su Hijo.
A veces nos imaginamos que toda su vida estuvo rodeada de ángeles que le iban explicando el sentido de lo que le ocurría. Pero no fue así. El ángel de Nazaret no regreso hasta la hora de la Asunción. Después, Dios la dejo vivir en la oscuridad de la fe, lo mismo que a nosotros.
Y eso es lo que la vuelve inimitable. María no fue una diosa que conociera el pasado y el futuro. Entro en la obra de Dios con los ojos cerrados y el corazón abierto. Fue lo mas alto de la humanidad, pero fue uno de nosotros.
Por eso podemos acercarnos a ella sabiendo que nos atenderá, porque su corazón latía como el nuestro.