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Honrar
a María: Parecerse a Ella
Padre
José Luis Martín Descalzo
Me parece que no se puede empezar a hablar hoy de la Virgen sin comenzar recordando aquellas palabras capitales en las
que el Concilio Vaticano II recuerda como debe ser una verdadera devoción católica
a María.
"Recuerden los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un
estéril y transitorio sentimentalismo, ni en una vana credulidad, sino que
procede de la fe verdadera, que nos Ileva a reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos inclina a un amor
filial hacia nuestra madre y a la imitación de sus virtudes"
Creo que no se puede decir más en menos palabras. Y empieza el Concilio recordándonos, en primer lugar, lo que la
devoción Mariana no es, porque demasiada gente usa a la Virgen como un recurso emotivo, como un refugio sentimental,
coma un recuerdo infantil. Y la ternura es buena, y buenas son
las flores y las velas, siempre que no se quede todo ahí, siempre que la devoción
no se reduzca a un estéril y transitorio sentimentalismo que afecta solo al
corazón, pero no influye en la vida.
Explica luego el Concilio que es la devoción Mariana y señala tres aspectos fundamentales: algo que brota de la fe, que
conduce al amor y produce la imitación de las virtudes. Tres aspectos fundamentales e imprescindibles.
La devoción Mariana surge de la fe y es por tanto inseparable de Cristo. La grandeza de
María viene de su relación con Jesús.
No es una diosa independiente. Es la madre del salvador. Y mal se podría creer en
María si no se creyera en serio en la salvación que a nosotros y a ella nos Ilega de
Jesús.
Esta fe conduce al amor. Nosotros queremos a la Virgen y la queremos tierna y apasionadamente, como se quiere, sin
metáforas, a una verdadera madre. Ella no solo ayuda a engendrarnos en la gracia,
sino que sigue engendrándonos en ella con su amor maternal.
Y ese amor se manifiesta en la imitación de sus virtudes. Esta es la verdadera piedra de toque de la
devoción Maríana. Porque de nada serviría visitar sus santuarios, rezarle rosarios, encenderle
velas, hacerle promesas, Ilevarle flores, si no terminamos
por parecernos a ella.
Y hache es donde falla mayormente nuestro amor a María. Porque son muchos los que se Ilenan la boca de su nombre, pero
sentirían terror de vivir como ella en la pobreza y en la estrechez. Son muchos los que la consideran su madre, pero encuentran indigno trabajar con sus manos como ella. Hay incluso
círculos, ambientes e instituciones religiosas en los que una mujer trabajadora, esposa de un obrero, o no
tendría sitio o seria aceptada un poco «por caridad». Hay gentes que organizan rosarios, cultos, ceremonias en honor a
María, pero jamás se entregaran a sus hermanos como María se entrego a su
misión. Hay quienes piensan que pueden combinar ternura Mariana y egoísmo, y son
más amigos de regalar imágenes Marianas que de poner en orden y justicia sus negocios.
Bueno será, por todo ello, que el mes de mayo lo empleemos no solo en honrar y recordar a
María, sino en preguntarnos en que nos parecemos a ella. Porque -como dijo Pablo
VI- "es natural que los hijos tengan los mismos sentimientos que sus madres y reflejen sus meritos y virtudes".
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