La fe de María

 

Padre José Luis Martín Descalzo

 

Sentimientos de la Virgen del Sábado Santo

Yo conocía ]a noche de la fe, pero nunca creí que fuera tan profunda. Ni una sola ventana con luz, solo creer, esperar, cerrar los ojos, entrar en la cuesta arriba. Si, ayer cuando la losa cayo tras de su cuerpo, nada de Ángeles, nada de votes del 
Padre. Solo la noche y el sonar de los latigazos en los oídos, y las carcajadas, y las blasfemias y las risas, el golpe final de la piedra, cerrándose.
i Que lejos ahora lo de Belén y aun las pequeñas angustias de Nazaret cuando el se alejaba! Entonces Les esto ser una madre? En la noche no hay nada. Solo la noche. Y la certeza de que el sol esta al fondo y volverá mañana.
Pero, ,por que se ha de salvar siempre con sangre? LEs que son tan hondos los pecados del hombre que solo pueden borrarse con manos y frente desgarradas? No, no le hubierais reconocido ayer si le hubieseis visto subir por la pendiente. Las madres si; olemos a los hijos desde miles de kilómetros, porque no es verdad que salgan nunca de nosotras. Están fuera, caminan, Moran, triunfan, viven, pero no es verdad; siguen estando dentro. Ayer el calvario estaba mas en mi seno que en Jerusalén, clavaban dentro, martilleaban dentro.
Por eso no hubo nadie junto a el. Juan, Magdalena... todos estaban sin estar. Y hasta el Padre se fue y nos dejo solos. 
                                                             Pero hubo algo mas horrible todavía, algo que no he logrado entender, que acepto a ciegas, solo porque el lo hizo: ¿Por que no me miro?, ¿por que en los últimos minutos no se volvió hacia mi? Estábamos unidos, si, pero los dos entramos solitarios en la muerte. Creédmelo: espere hasta el ultimo minuto su mirada. Y no me la dio. Vi doblarse su cabeza y supe que pensaba en quienes le habían abandonado: el Padre y los hombres.
Fue entonces, y no cuando los martillazos, cuando yo di mi vida.
Después de muerto volvió a pertenecerme. Quitando sangre, espinas, barro, fui reconquistando su cuerpo, y, si cerraba los ojos, podía pensar que le estaba lavando otra vez como cuando era niño. Le hable como entre sueños. Y me pareció como si me entendiera.
Ahora ha vuelto la calma. La calma nocturna, pero calma al cabo. Ya solo queda esperar y ver la puerta que se abre y sus ojos que brillan. Me gustaría que viniera con las heridas. Serian un buen recuerdo de este segundo parto en que le he dado a luz mucho mas que en el primero.