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María
la mejor amiga
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
Tal
vez parezca un poco raro o irreverente a simple vista el decir que María es
mi mejor amiga.
Si
escribimos o hablamos de María es porque en el fondo la amamos, aunque no
tanto como Ella se merece.
Las
palabras amor y amistad tiene la misma raíz, pero no el mismo campo de acción.
El amor tiene más amplitud que la amistad, pues, ésta está restringida sólo
a aquellas personas que entre sí tienen un mutuo intercambio de amor. No
todos los que son amados, aman a su vez a quienes los ama.
Nosotros
podemos amar a todos, depende de nuestra voluntad, peor ya no depende de
nosotros el que seamos amigos, pues, aquí intervienen las personas a
quienes amo, si ellas libremente me aman entonces se establece entre
nosotros una mutua corriente de amor y somos amigos.
Siempre
que yo ame a quien me ama, soy su amigo, por
eso Jesús nos dice en el Evangelio: “Vosotros sois mis amigos, si
hacéis lo que Yo os digo” (Jn, 15,14).
Él
por su parte me demostró lo que me amó, hasta el punto de llegar a morir
por mí, si yo le amo, entonces somos amigos. La más admirable oferta que
Dios ha hecho al hombre es ofrecerle su amistad.
Trasladado
esta manera de pensar y argumentar a nuestra relación con María, resulta
que como Ella nos amó y nos ama, si nosotros correspondemos a ese amor,
entonces somos amigos. A la relación de hijo respecto a María podemos y
debemos añadirle la de amigo, sin menoscabo de respeto, sino que le añadimos
la de estima, simpatía y compenetración mutua.
El
amor que no termina en la amistad se queda en mitad de camino, porque no es
correspondido, por eso nosotros
hemos de entablar esa mutua corriente de amor con María, que es de
nuestra raza, que es además, sin merecerlo nosotros, nuestra Madre, que es
la mujer que más nos quiere, por eso nosotros tenemos que corresponder a
ese amor, para que de esa manera sea María la mejor amiga.
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