La Sagrada Familia. Así quiere Dios que vivamos

 

Padre Rafael Salazar Cárdenas, M.Sp.S.

 

 

«Que la Sagrada Familia, icono y modelo de toda familia humana, nos ayude a cada uno de nosotros a caminar con el espíritu de Nazareth; que ayude a cada núcleo familiar a profundizar la propia misión en la sociedad y la Iglesia, mediante la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la fraterna comunión de vida», (Carta a las Familias, n. 23).

La Festividad de la Sagrada Familia es una fiesta alegre, entrañable, como lo es siempre todo lo que se refiere a la familia. Todo hombre y mujer lleva dentro de su ser el recuerdo y la vivencia de su propia familia. En esta fiesta, celebramos la memoria de la Familia de Nazareth, ejemplo de todas las familias. Celebramos también la gran familia de todos los hijos de Dios, que es la Iglesia.

La verdadera familia no es, por lo tanto, algo ya dado en clave de unidad biológica o de grupo social. La familia es un camino que comienza allí, donde los hombres, reunidos en torno a Jesús, cultivan juntos la experiencia de la Gracia y se vinculan de forma gratuita, creadora, a partir de la Doctrina revelada por Jesús. Por ello, el Evangelio de hoy nos presenta a María y a José como unos papás que sufren buscando al Hijo, al cual interpelan: «Por qué nos haces esto? He aquí que tu padre y yo te buscábamos angustiados» (Lc 2, 48). De esta forma se sitúa en nivel humano israelita la forma de educar, porque Jesús va creciendo como parte del pueblo, y al que ambos, tanto su padre como su madre, deben dirigir y proteger; pero en un momento determinado Jesús rompe ese nivel: «Por qué me buscabais? No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). Evidentemente, María y José no podían entender la justificación que daba Jesús, pues ésta sólo se ilumina y plenifica una vez realizada la Pascua. Aún así aceptan las razones de Jesús en silencio y por su parte, María conserva y articula interiormente esta apertura hacia el Misterio de Dios Padre, a fin de transmitir un día su experiencia dentro de la Iglesia.

La fiesta litúrgica

Esta fiesta litúrgica fue instituida por el Papa León XIII en momentos difíciles para la comunidad familiar: Cuando comienzan a aparecer en las naciones europeas las primeras «leyes del divorcio»; pocos años después de que surge el primer manifiesto comunista (1848) que defendía el «amor libre»; en coyuntura con la primera revolución industrial que marca el paso de la familia rural a la urbana, con todos los problemas del mundo moderno que repercuten necesariamente en ella.

Las razones que motivaron a la Iglesia a instituir esta fiesta litúrgica están vigentes en nuestro proceso de globalización, como lo demuestra la visión profética que tuvo el Concilio Vaticano II, al considerar a la familia y el Matrimonio, como el «primero entre los problemas actuales que afectaban profundamente al género humano» (Gozo y Esperanza, –GS– nn. 46-52).

Participación en la Eucaristía

La participación en la Eucaristía, es en la que la familia se realiza más plenamente como «Iglesia doméstica», ante todo, en la Eucaristía dominical en la parroquia, en la que toman parte todos los componentes de la familia, con algunas modalidades típicas: participación en la oración universal, en las ofrendas, cantos y oraciones de carácter familiar. También la participación en algunos Sacramentos y sacramentales pueden tener un carácter familiar: pensemos en la Unción de los Enfermos y la Comunión. Y el fruto de esa participación en la Eucaristía, hace brotar las virtudes domésticas, como las vivía la familia de Nazareth, que es nuestro modelo.

¿Cómo era la Sagrada Familia?

Era una familia llena de amor, fe, delicadeza mutua y oración. En ella, Jesús obedecía a San José. Como en muchas familias de hoy, había problemas y dificultades, pobreza, privaciones y sufrimientos que probaban la fe de los que formaban esa familia. El futuro se presentaba incierto y difícil; pero todos sus integrantes, crecían en sabiduría y en Gracia ante Dios y los hombres. Había paz, misericordia y perdón, diálogo y comprensión, bondad, humildad, mansedumbre y mucha paciencia en el seno familiar. No había gritos ni amenazas, quejas, enojos, ni se culpaban mutuamente. Había solidaridad, consagración a Dios, obediencia a la ley, estudio de la Palabra de Dios; convivencia y discernimiento buscando la voluntad de Dios. ¿Así son nuestras familias?

El Papa Juan Pablo II mirando a la Sagrada Familia como modelo, nos recuerda en la Encíclica Familiaris consortio (El consorcio familiar –Matrimonio–) n. 37, que «la familia es la primera, fundamental e insustituible escuela de la sociedad»; en ella se encuentran las virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.

Fuente: Seminario. Arquidiócesis de Guadalajara. México