Mujer de pocas palabras

Mater Unitatis

 

Una perspectiva espiritual del silencio de María. 

Sí, ya sé que no es una invocación apropiada para una letanía, pero si tuviéramos que reformular nuestras oraciones a María de una manera más familiar, el primer título que yo le daría sería este: Mujer de pocas palabras. 

María fue una mujer auténtica, que no tenía "maquillaje" espiritual. Aunque es bendita entre las mujeres, ella pasaría desapercibida entre todas, excepto por la vestimenta que Dios elaboró para ella:"vestida de sol y coronada de estrellas". 

María fue una mujer de verdad y, sobre todo, de pocas palabras. No es que fuera tímida o retraída; no es que no tuviera sentimientos o que no supiera expresarlos. María fue una mujer de pocas palabras, porque, arrebatada por el Verbo, dejó que todo su ser se impregnara de Él de tal manera, que ella fácilmente podía distinguir entre un artículo genuino y mil imitaciones, una voz auténtica entre un estante de libros con escritos ilegítimos, una pintura original entre una pila de cuadros. 

Ningún lenguaje humano contuvo mayor significado que el de María. Estaba compuesto de monosílabos tan simples como un "sí", o de susurros tan breves como un "fiat", o de un abandono tan completo como un "amén". Estaba formado por resonancias bíblicas unidas entre sí por los hilos de la sabiduría antigua, nutridas de ricos silencios. Precisamente porque no hay nada de discurso en ella, queremos que nos acompañes a lo largo de los giros y vueltas de nuestra pobre vida, ayunando, sobre todo, de palabras. 

Santa María, mujer de pocas palabras, ruega por nosotros que padecemos la enfermedad incurable de nuestra "sobre elocuencia". Hábiles en emplear palabras para esconder nuestros pensamientos en vez de revelarlos, hemos perdido nuestro gusto por lo sencillo. Convencidos que para sentirnos reafirmados en este mundo tenemos que hablar mucho, aunque no tengamos nada que decir, nos hemos vuelto charlatanes sin control, buenos para tejer embrollos que nos hacen caer en oscuras trampas de lo absurdo al igual que moscas atrapadas en una tela de araña. 

Santa María, ruega por nosotros pecadores en cuyos labios la palabra se vuelve como el polvo en medio de un torbellino. Produce un sonido, pero nunca se hace carne. Llena nuestras bocas, pero deja nuestros corazones vacíos. Nos da la ilusión de la comunión, pero nunca nos acerca de verdad a los otros. Nos deja con el dolor de una aridez inexplicable, como las estatuas esculpidas en fuentes que ya no dan agua. 

Santa María, cuya grandeza sobrenatural, pendía sólo de un fiat, ruega por nosotros pecadores, que estamos siempre expuestos, entre curación y recaída, a quedar intoxicados con palabras. Protege nuestros labios de la exageración inútil. Haz que nuestras voces, reducidas a lo esencial, broten siempre del reino del misterio y exhalen el perfume del silencio. Transfórmanos, como tú, en un sacramento de trasparencia. Ayúdanos, por último, para que en la brevedad de un "sí" dicho a Dios, nos arrojemos al infinito océano de su amor. 

Fuente: materunitatis.org