Invoca a María

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

A través de la historia todo fiel cristiano, que por serlo tiene que ser mariano, ha llevado a la práctica consciente o inconsciente este ruego del gran devoto de la Virgen, San Bernardo.
El niño en quien se sembró una gran piedad mariana al llegar a los años borrascosos de la adolescencia y juventud no olvidó aquellas vivencias de sus años infantiles y, como niño, acudió a María tal vez destrozado su corazón por la pasión o el pecado, pero no por eso desesperanzado. Los años le irán haciendo más maduro, pero no por eso olvidará el cariño tierno a la Madre a quien si no de una manera particular, sí en su interior acudía a la Señora.
Ni que decir tiene que el anciano que ha vivido tantos años invocando a María, ahora en el declive de su vida sigue teniéndola muy presente, ya que tiene un presagio de pronta realidad el “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.
¡Cuántas invocaciones tienen los cristianos para dirigirse a la Señora y expresarle así la necesidad que tienen de ella en este peregrinar duro del vivir diario!. Será, por ejemplo, la “Virgen del Camino” que encontramos en nuestro peregrinaje por este mundo; la “Virgen del Paso” (Venerado en Otranto, al sur de Italia), quien en la fatiga del bregar diario nos alienta a proseguir en el camino hacia Dios; la “Virgen de la Luz”, quien en la oscuridad, fruto de nuestras dudas, aparece como disipadora de las tinieblas; “La Virgen de la Estrella”, quien en medio de la borrasca de la tentación nos encamina hacia Jesús, que es el camino.
¿Qué hombre en el dolor no se acuerda de su madre? ¿Qué cristiano verdadero en sus dificultades y luchas no invoca a María?.
Como niños en apuros acudamos al regazo de Nuestra Madre.