Nazaret, tarea educativa de María
Padre Antonio
Rivero, L.C.
(Lc
2, 51-52)
María,
con la espada bien clavada en el corazón, sale del templo, adolorida. Jamás
hubiera pensado que fuera tan duro ser la madre de Dios. Tuvo que
redimensionar mucho sus pensamientos. Ese santo orgullo que sintió en Belén
por ser la madre de Dios, por tener entre sus manos al mismo Hijo de Dios,
ahora ese mismo orgullo viene purificado por la espada de dolor.
Y
ahora se dirige a Nazaret, con el niño en sus brazos. Pesaba un poco más,
porque comenzó a llevar desde este momento la cruz de su Hijo...y la cruz
de su hijo pesa mucho, porque está labrada con los pecados de todos los
hombres. Comienza María a ser corredentora; en la cruz, su Hijo le
confirmará en esta vocación.
¿Qué
hizo en Nazaret durante esos largos treinta años?
Hizo
de maestra y de discípula, al mismo tiempo.
I.
MARÍA COMO MAESTRA
María
formó a su hijo, lo educó. Nos parece una herejía decir que una persona
humana, por muy santa que sea, haya podido ejercer realmente influencia
sobre Dios, haya podido darle educación, formación.
Y
sin embargo, es cierto: Cristo fue tan auténticamente educado por María
como engendrado por ella. La divinidad de Jesús, lejos de obstaculizar la
influencia materna de María, acentuó su fuerza. Él, Jesús, se dejó, en
su humildad y vaciamiento, formar y educar como el mejor de los niños. Quería
ser incluso perfecto niño, es decir: niño indefenso, necesitado de la
protección, cuidado, educación de su mamá.
Perfecto
niño no significa ser niño prodigio que al mes ya sabe hablar, a los
cuatro ya toca un instrumento, a los ocho debuta en un concierto. Esto es
ser un niño prodigio y un genio, pero no un niño como todos. Jesús quiso
ser un niño como todos. Se dejó formar y educar, para darnos a nosotros
ejemplo.
¿Qué
formó en Cristo?
1)
Su alma humana para la oración
¿De
quién aprendió Cristo esa honda religiosidad, esa capacidad de
interiorización, contemplación y silencio? De María, alma contemplativa.
De ella aprendió a rezar, a elevar su pensamiento a su Padre, pues Jesús
la veía todos los días a Ella rezar. Enseñó a su Hijo las oraciones
tradicionales del judaísmo, palabra por palabra y frase por frase.
2)
Su corazón
María
fue educando el corazón de Jesús en la humildad, para que estuviera
volcado sólo a Dios, su Padre, y a los hombres, sus hermanos. Encaminó el
corazón de su Hijo no a buscar honores ni ambiciones ni a apetencias
terrenas, sino a buscar la humildad: "Discite a me, quia mitis sum
et humilis corde".
Su
mismo Hijo, ya en el apostolado tratará de no manchar ese corazón humilde
de su madre con ambiciones humanas y privilegios para su madre. Esto le hizo
exclamar a Bernanos la siguiente frase: "su Hijo no permitió que la
gloria humana la rozara siquiera. Nadie ha vivido, ha sufrido y ha muerto
con tanta sencillez y con una ignorancia tan profunda de su propia
dignidad".
Educó
el corazón de su Hijo en la caridad y amor a los demás. ¿Por qué Jesús
sentía compasión de la multitud, por qué su sensibilidad registraba las
palpitaciones del corazón de los hombres, por qué para todos tenía
sentimientos de bondad, cariño, cercanía? Si Jesús es amigo de publicanos
y pecadores es porque lo aprendió de María.
3)
Su fina sensibilidad y sus nobles sentimientos
¿De
dónde le vino a Cristo esa fina sensibilidad, abierta a la belleza de la
naturaleza: a los lirios del campo, a los pajarillos del cielo...? De su
Madre. Cuando iban de paseo, María le iría ponderando todas esas
maravillas de la naturaleza.
De
Ella aprendió
la gratitud. El
"Te doy gracias, padre..." ¿no es el eco
del himno de gratitud que María siempre entonaba en su casa de Nazaret?
4)
Su voluntad y aguante
De
Ella aprendió esa aceptación gozosa del plan de Dios, esa entereza ante el
sacrificio: caminata, exilio, fuga a Egipto; la larga espera en Nazaret, ida
del hijo a su Apostolado.
De
Ella aprendió el aguante ante la pobreza que reinaba en Nazaret; la
tenacidad ante las contradicciones...¡Cómo nos vienen a la mente los
sufrimientos e injurias del patíbulo de la cruz, sufridos y soportados con
una entereza digna de un hijo, cuya madre fue atravesada por una espada de
dolor! Esa espada atravesó a madre e hijo.
II.
MARÍA
COMO DISCÍPULA
Por
otra parte, Ella misma, como la hermana de Marta, se sentaba a los pies de
su Hijo, iba llenando su alma de jugo espiritual, ahondaba en el
conocimiento de su Hijo, sin dejarse llevar de la monotonía de
la vida. También
la rutina quiso arañar a María. Pero Ella nunca se
acostumbró a vivir con su hijo. Mas bien, se abría al resplandor divino
que su Hijo despedía.
Por
eso, daba vueltas a cuanto veía y oía de su Hijo.
III.
ALGUNAS
APLICACIONES
Mi casa de
formación es un Nazaret para intimar y disfrutar de
Cristo, no para cansarme de Él: vivimos junto a Él, por Él trabajamos,
nos desgastamos.
Estamos
aquí para conocer sus deseos y anhelos, no para satisfacer nuestras
curiosidades intelectuales. Por eso, un humanista que afloja en su oración,
en su fervor eucarístico, en la lectura diaria del evangelio, por
enfrascarse en sus estudios sin horizontes apostólicos...corre el peligro
de absorberse y olvidar que debe estar siempre a la escucha de Cristo y
dejarse transformar por Él, sin dar vueltas a su pasado ni mucho menos
cristalizar mis defectos.
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