El silencio fecundo 

Padres Antonio Izquierdo, L.C. y Florian Rodero, L.C.

 

También llama poderosamente la atención ese silencio de María durante la vida oculta de Jesús y sobre todo durante su vida privada. Nada de honores ni de triunfalismo; sólo silencio. Nos podemos imaginar que ordinariamente María seguía a Cristo desde segunda fila, y gracias a ello tuvo tiempo para meditar en las bienaventuranzas, para contemplar en unión con Dios las parábolas del Reino, para entender el carácter sobrenatural de la misión de su hijo, etc.


M e d i t a c i ó n

El silencio tiene pocos enteros en la bolsa de valores de la sociedad actual. Muchos hombres no saben estar un rato en silencio y, sobre todo, no saben qué hacer con el silencio. Eso de estar a solas con su conciencia y con Dios les resulta una experiencia insoportable. ¡Pero es también un desafío enriquecedor y creativo, para almas generosas! La vida de María puede iluminarnos en la búsqueda y vivencia de ese silencio fecundo.

1. Silencio de María. El silencio es ante todo una actitud del alma. Algo que se valora, se ama, se goza, se vive, se testimonia. En el alma de María reina esta actitud de silencio interior, jamás violado. Es carencia de palabras, pero sobre todo silencio de los sentidos, esas ventanas del alma por las que nos entran la disipación, los ruidos, las distracciones. Silencio el de María que se hace oración y trabajo. No es, pues, silencio hueco, vano, vacío. Es un silencio elocuente, que crea el clima para el encuentro con uno mismo y con Dios. Es un silencio de trabajo, que hace redimir el tiempo, y da a la vida el gozo de la labor cumplida.

2. Sólo silencio. María casi no habla en los evangelios canónicos. Sólo unas pocas palabras y luego silencio. Pero cada palabra, nacida del silencio hondo y arraigado en su alma, vale por un tratado de teología y espiritualidad. ´Fiat´, ´hágase´, y luego tras él el silencio y la vida. ´Haced lo que él os diga´, ´Magnificat´...¡Cómo, a través de estas expresiones, se nos revela el alma de María, callada para el mundo, pero en diálogo vivo y constante con Dios! Su silencio profundo es homenaje a Jesucristo su Hijo; no habla para que su Hijo hable y comunique la Buena Nueva a los hombres. Es también homenaje a las obras: Ella no tiene casi nada que decir, para que hablen las obras que Dios ha realizado en Ella.

3. Gracias a ello tuvo tiempo... Los evangelios son muy discretos sobre María durante la vida pública de Jesús: Algún que otro encuentro, y basta. Pero como madre seguiría con trepidación los pasos de su Hijo, sus enseñanzas, sus vicisitudes. Y María daba vueltas a todo esto en su corazón, en el horno de su silencio contemplativo, en el que doraba el pan de su vida al servicio de los hombres. Algún pariente o amigo le traería noticias de su Hijo, de sus correrías, de sus milagros, de su predicación...Y la Virgen silenciosa meditaría con emoción las parábolas, las bienaventuranzas, y tantas otras enseñanzas de Jesús que en su corazón de madre resonaban familiares, ya escuchadas en la intimidad del hogar en años pasados, transcurridos en su compañía. Y María meditaba en los milagros, en el poder divino de su Hijo, en su destino. Y todo ello iba quedando esculpido en su corazón. ¡Silencio de las cosas y de las palabras, para que el Espíritu Santo realizara su obra de arte en el corazón de María!

4. Fruto: En un mundo en que abunda el ruido y las palabras, aprender de María la actitud silenciosa del alma para escuchar a Dios y hablar con El.

L e c t u r a

Cuando el evangelio dice de María que meditaba todas estas cosas en su corazón, ¿qué significa la palabra "meditaba"?
Quiere decir: guardar, contemplar en el propio corazón, grabarlo en el interior de uno mismo.

Alguno ha dicho, refiriéndose al significado, que conservaba en el propio corazón porque era santa y había leído las Sagradas Escrituras y conocía los profetas. Recordaba que el ángel Gabriel le había repetido palabras que habían sido ya dichas por los profetas. Meditando en su corazón, se daba cuenta de que algunas de las cosas leídas concordaban con las palabras del ángel: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo tanto, lo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios"(Lc 1,35).

Lo que el ángel Gabriel le había dicho, ya había sido predicho por Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz" (Is 7,14). Si esto lo había leído, lo anterior lo había escuchado. Veía al niño balbuciente que yacía en el pesebre: El que yacía era el Hijo de Dios, era su Hijo, era el único Hijo. Lo veía en el pesebre y meditaba las cosas que había oído, las que había leído y las que contemplaba. (Jerónimo, siglo IV, homilía en el Nacimiento del Señor). 


O r a c i ó n

¡Oh Virgen del silencio!
En la prudencia de tus palabras,
en el decoro y modestia de tu vida,
veían las personas el resplandor de tu virtud.
Alcánzanos la gracia
de encontrar a tu Hijo
en el silencio interior de nuestras almas. Amén.
(Ambrosio de Milán, siglo IV)

Fuente: Regnum Christi