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Nosotros
constantemente estamos haciendo elecciones en nuestra vida, ya que
por ser libres no estamos determinados a actuar de una manera fija y
estable.
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Una de las
elecciones que tenemos que hacer es buscar la persona que sea
nuestra confidente con la que nos podamos desahogar nuestras
preocupaciones, problemas, inquietudes.
El impulso natural de buscar a alguien que nos pueda escuchar
y orientar hace que no pensemos
suficientemente en las cualidades que deba adornar a quien
elijamos como confidente y resulta que una vez hemos descargado el
fondo de nuestra intimidad nos quedamos apenados por si no sabe
guardar las confidencias que en ella hemos depositado.
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María es
la mejor confidente que podemos tener en nuestra vida, pues, reúne
las condiciones para nosotros poder desahogarnos con Ella: Sabe
escucharnos y nos dirá no lo que nos guste, sino lo que necesitamos
en nuestra vida para orientarnos a Jesús.
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A Ella
también acudimos para pedirle ayuda, cuando la necesitamos, por eso
la denominamos con distintos títulos, según la clase de ayuda que
solicitemos, la invocamos: Salud de los enfermos, Refugio de los
pecadores, Auxilio de los cristianos, etc... El poder que Ella tiene
ante su Hijo lo pone
siempre en beneficio nuestro. La
experiencia confirma no sólo la valía que tiene como Madre de
Dios, sino la ayuda que siempre presta a los que a Ella acuden para
pedírsela. Esta realidad ha quedado reflejada en la oración del
“Acordaos o piadosísima Virgen María que jamás se ha oído
decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección haya
sido abandonado de vos...”
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Como la
vida está entretejida de lágrimas y sonrisas, de días alegres y
tristes... en cualquier circunstancia siempre encontramos en nuestra
madre María, la ayuda, socorro, auxilio, que demandamos.
Para
cualquier tipo de tristeza o amargura que nos invada tenemos siempre
el consuelo en María.
Entre
las tristezas más grandes encontramos la que embarga el alma de la
Madre, que ha perdido a su hijo o que se lo han matado de una manera
atroz. A Ella se le
invoca: Consuelo de los afligidos.
¡Que
gracia tan grande saber que tenemos en María la mejor confidente de
nuestra vida, la ayuda necesaria para salir airoso en los problemas,
resolviéndolos a la luz de las enseñanzas de Jesús, ya que Ella
nos lo ha recomendado “Hace lo que Él os diga” y el consuelo en
los momentos duros por
los que todo ser humano tiene que pasar.
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