María: Invitación a la contemplación 

Cardenal Carlos Maria Martini

 

 -La anunciación y las bodas de caná—

El pasaje de la Anunciación pone ante nuestros ojos, para que lo contemplemos, el misterio de la presencia de un mensajero celestial a María, y el modo de comportarse de María delante del ángel.

¿Qué hace María? Escucha, se turba, pregunta, se pregunta. Es una actitud de diálogo sencillo, instintivo, y al mismo tiempo delicado, atento, perfectamente proporcionado a la situación que es también nueva, imprevista, inédita.

Si nos hubiéramos encontrado nosotros en su lugar, probablemente habríamos pasado del miedo a la rigidez, a la exigencia de las pruebas: nos habría invadido o el temor o la exultación excesiva que nos habría hecho desorientar.



Contemplemos brevemente la narración del Evangelio según san Juan, cuando se dice que María estaba en las bodas de Caná.

¿qué hace María? Participa en la fiesta y, por tanto, sirve, ayuda, come, bebe, charla pero al mismo tiempo observa, con un cierto alejamiento, las cosas y capta su sentido global. Su alejamiento atento y discreto le permite ver lo que de hecho ninguno ve, es decir, que el vino se ha acabado. María está atenta al momento humano de la existencia, está atenta a las situaciones, a las personas y a las cosas.



Ahora podemos hacer un momento de reflexión sobre la actitud que he llamado “atención” y que es el modo de ser de María, sea ante el misterio divino, sea ante las sencillas realidades de la vida.

Atención es una actitud vigilante del yo sobre los demás, es una transparencia de mirada, una prontitud para notar los signos de sufrimiento alrededor de sí, para donarse.

En cambio, desatención es la falta de vigilancia, el estar entumecidos, encerrados en sí mismos; desatención es hablar con un enfermo contándole nuestros asuntos, sin darnos cuenta que está sudando, que tiene necesidad de un vaso con agua.

Desatención es salir con una observación hiriente, sin pensar que alguno de los presentes pueda quedar herido; desatención es no darnos cuenta de lo que les sucede a los otros.

Atención es un estremecimiento que sufre el corazón cuando se viola la delicadeza, el respeto, la deferencia que se les debe a las personas. Atención es, por ejemplo, -cuando uno va en automóvil o en moto- detenerse antes de las rayas mientras un peatón atraviesa la calle y no pasarle junto como si fuera un objeto cualquiera.
Atención es no fumar cuando esto fastidia a los demás. Es asumir una justa distancia de sí mismo y de los acontecimientos para comprender lo que objetivamente está sucediendo. Atención es, pues, amor verdadero, delicado, desinteresado, generoso.

La atención es una cualidad humana necesaria y previa al camino espiritual.

Simón Weil compara la atención con la voluntad, el deseo de hacer y de obtener éxito, tiende a la rigidez, la atención es, en su más alto grado, oración, fe , amor.

Hay esfuerzos -sigue diciendo Simón Weil- que obtienen el efecto contrario de lo que quisiéramos, porque aquello a lo que nos lanzamos con la voluntad necesitaría, por el contrario, atención, escucha, amor; y así nacen muchas amarguras, muchos falsos ascetismos, muchas formas de dedición que no son sino formas larvadas de egoísmo.

Se que es difícil expresar todo esto con palabras y no por casualidad los he invitado a la contemplación: atención con María y en María es escucha de la fuente que brota irresistiblemente y que esta dentro de nosotros, es el Espíritu Santo. El es la fuerza motriz del amor que reconcilia el universo.

Extraido de: "La Mujer de la Reconciliación" - Ed. Paulinas 1986

Fuente: pensamientocatolico.blogspot.com