Los perfumes de María 

Padre Angel Peña O.A.R.

 

La Virgen María (Nuestra Señora de Laus) se apareció en 1664 en Saint-Le-Laus (Francia) a Benita Rencurel, unas pastorcita de diecisiete años de edad, mientras rezaba el rosario. Se le apareció otras veces, enseñándole las letanías y pidiendo que las rezara todas las tardes en la iglesia. Un día le dijo que buscara una capilla en Laus (que significa lago). Fue a buscarla por las montañas hasta que la encontró por un maravilloso perfume que despedía el lugar. Era una capilla antigua, dedicada a María. Y allí la esperaba la Virgen. A partir de ese día, subía todos los días a encontrarse con Ella durante dos o tres horas. La Virgen, como una madre cariñosa, le fue enseñando y aconsejando como una maestra de educación humana y religiosa. Después, le pidió la construcción de un santuario allí mismo y la preparación de los peregrinos para la confesión y comunión. A partir de la Pascua de 1666, comenzaron a salir de la capilla unos fuertes y agradables perfumes que atrajeron a mucha gente y así comenzaron las peregrinaciones constantes, con las consecuentes conversiones y curaciones. En la actualidad, hay un importante santuario en el lugar. Los peregrinos se arrodillan ante el Santísimo y ungen sus dedos con el aceite de la lámpara, pues según dijo María a la vidente: El contacto con este aceite, en una actitud de fe, producirá curaciones físicas y espirituales. 

La Virgen María se le siguió apareciendo a Benita a lo largo de toda su vida, durante 54 años, hasta que murió a los 71 años, en 1718, rodeada de la veneración y gratitud de todos. Era terciaria dominica y, hasta su muerte, atendió personalmente a los peregrinos. También recibió apariciones de Jesucristo, de algunos santos y de ángeles. Murió en olor de santidad en 1872. El Papa Pío IX la declaró Venerable, sierva de Dios. Actualmente, se ha retomado el proceso de beatificación y esperamos que pronto será beatificada. Está enterrada delante del altar mayor del santuario, exactamente debajo de la lámpara, de cuyo aceite se sirven los devotos para las unciones.

Pero lo más asombroso de este lugar son los maravillosos perfumes que todavía se pueden percibir después de tantos años. Es un caso único y excepcional en la historia. Francois Muizón, que ha hecho una investigación reciente sobre este fenómeno, dice: No podemos suponer que se trate de un engaño, nadie puede provocar tales perfumes en circunstancias y lugares tan diversos. No se trata de un hecho que proviene de fuentes olorosas naturales, dado que estos efluvios de buen olor se sienten en toda estación, de día y de noche, dentro y fuera del santuario. No se puede considerar tampoco que se trate de autosugestión, delirio, o histeria. Son numerosísimos los testimonios de la permanencia de estos olores a través de los siglos, en tiempos y culturas diversas .

Los perfumes de María son señales claras de su presencia viva en medio de nosotros. Ella, como madre, está siempre pendiente de nosotros sus hijos.