Amar a la Virgen es parte de nuestra cultura 

Eugenio Torres

Cualquiera que visite nuestros países de origen o que viva en nuestras comunidades se dará cuenta del papel tan importante que juega el amor y la devoción por la Virgen María y cómo ese amor está enmarcado en nuestra cultura. 

A diario se acercan personas a mí o a otros trabajadores sociales a pedirnos “una manita” para conseguir un trabajo. Las personas van a aquellos que perciben como que conocen al jefe de una institución para que les recomienden o les cuenten sus problemas en vez de hacerlo ellos personalmente. El papel del intercesor o la intercesora está muy bien definido en nuestra cultura. 

La Virgen María es símbolo de dulzura y amabilidad, es la madre que quita la comida de su plato para dársela a sus hijos. Es la que no nos grita cuando hacemos algo mal (eso lo esperamos más bien de otros) y quien sufre más que nosotros si se nos aplica algún merecido castigo. Es la mujer que no está luchando por posiciones sociales sino que deja que otros hagan la última decisión. Es la que, en las bodas de Caná, dice, “Hagan lo que Jesús les diga”, aunque creemos que ella sabía la contestación que su Hijo daría a los que le pedían vino. 

En nuestra cultura veneramos a la madre con sincera devoción y aquel que la ofende sólo halla el rechazo de los demás. Sabemos todo lo que ella nos ha dado y también sabemos que nunca le podremos pagar eso sino con mucho amor y cariño. En nuestros países, el Día de las Madres es uno muy celebrado en el que todos se reúnen con sus madres, les llevan regalos y las colman de besos. Si eso hacemos con nuestra madre, ¿qué no haremos con la Madre de todos nosotros, la Virgen María? 

Hay una sola Virgen María aunque son muchas las “versiones” o advocaciones porque cada nación tiene la suya según la ve o la percibe. No se cuestiona cómo ni cuándo ni por qué. Una de las tareas más difíciles para un sacerdote en una comunidad hispana es celebrar los días de tantas “vírgenes”. Sólo sabemos que es la Virgen María, nuestra madre, la que intercederá ante su Hijo para lo que le pedimos. Siendo Jesucristo tan buen hijo, ¿cómo nos puede negar algo que le pida su Madre para nosotros? 

Hace apenas unas semanas, mientras hacía una visita a unos esposos, los ánimos se caldearon y el esposo amenazó a su esposa con agresión física. En ese momento, lo único que se me ocurrió fue agarrar una pequeña imagen de la Virgen María y preguntarle al esposo: “¿te atraverías a pegarle a ésta?” El hombre bajó la cabeza y, como transformado, me dijo: “No, a esa no”. Le expliqué que cuando golpeaba a su esposa, golpeaba también a Cristo y a la Virgen María. No fue necesario decirle nada más para convencerlo. 

Fuente: vozcatolica.org