El Apostolado de María

Movimiento de Vida Cristiana 

«Como la Luna refleja la luz del Sol de justicia, reflejemos en nuestros actos concretos y diarios a quien es la Luz del mundo»

Respondiendo a la invitación del Señor Jesús de remar mar adentro, a la invitación hecha a todos sus discípulos desde lo alto de la Cruz, queremos lanzarnos renovadamente al apostolado y aprender del paradigmático ejemplo de María, primera discípula y evangelizadora[1]. Las características de su acción apostólica marcan un estilo, un modo de hacer apostolado que es modélico para quienes estamos llamados a secundarla en la obra evangelizadora que su Hijo le ha encomendado. Bajo la guía de la Madre del Señor, Madre de los evangelizadores, estamos llamados a transformar e iluminar el mundo entero con la luz de Cristo que en nosotros debe reflejarse: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos»[2].

1. MARÍA, ESTRELLA DE LA EVANGELIZACIÓN

En estos nuevos tiempos para la evangelización queremos mirar e invocar continuamente a quien es Estrella de la Evangelización siempre renovada[3]. Ella, cual radiante estrella del mar, nos orienta y guía en este apostólico remar mar adentro. Este remar mar adentro, como nos ha enseñado nuestro Fundador, posee una doble dimensión: la primera dimensión nos invita a ingresar a lo profundo de nosotros mismos, de nuestra mismidad, para abrirnos al encuentro con el Señor Jesús que toca a la puerta de nuestros corazones (ver Ap 3,20). ¡"Remar" hacia lo más profundo de nosotros mismos nos conduce al encuentro con el Señor Jesús! En ese encuentro interior con el Señor brota el ardor y empuje para anunciarlo, y esta es la segunda dimensión de este remar mar adentro. «Remar mar adentro es una invitación a compartir esa alegría, a compartir ese tesoro que tenemos en el corazón. ¡La mayor riqueza es Cristo!»[4]. Así, pues, remar mar adentro «es un programa de encuentro con el Señor y de compartir su verdad, su vida, con nuestros hermanos»[5]. María guía nuestros pasos al encuentro del Señor y nos acompaña en la travesía hacia nuevos horizontes de apostolado. Su ejemplo nos educa en esta tarea de cooperar al fuerte soplo del Espíritu que hincha las velas de la barca sin dejar de remar mar adentro en su doble dimensión de encuentro y anuncio.

2. MARÍA ES MAESTRA DE CÓMO SE ACOGE LA PALABRA 

Lo primero que debemos aprender de la Madre es que nadie puede ser apóstol y evangelizador si primero no es discípulo, si él primero no es evangelizado, si no se encuentra con la Palabra y la lleva en sí mismo.

Para acoger el Evangelio, la Palabra viva del Padre, se hacen necesarias ciertas disposiciones interiores, disposiciones que descubrimos ejemplarmente presentes en la Madre. María es una mujer del silencio, profundamente reverente para consigo misma. Entrando en sí misma permanece atenta a los impulsos de su mismidad, y desde su libertad poseída y rectamente ejercida se orienta en la línea que señalan sus dinamismos fundamentales, se lanza sin miedo a conquistar el horizonte de infinito al que se experimenta llamada por Dios. Por esa reverencia, e iluminada por la Palabra divina, va conociendo cada vez mejor la verdad sobre sí misma, va descubriendo poco a poco su propia vocación y lugar dentro de los designios divinos. Y en la medida en que responde con generosidad, consagrando su virginidad a Dios, adhiriéndose plenamente a los designios reconciliadores con su "hágase" incondicional, va avanzando en el recto despliegue de su ser y vocación. 

María es una mujer de profunda oración, es la virgen orante. El ejercicio del silencio activo le permite, además de estar en sintonía con su mismidad y con su hambre de Dios, estar atenta a la Palabra del Señor: escuchándola desde su más tierna infancia, la acoge con reverencia en su Inmaculado Corazón y la medita incesantemente. Así, entrando en sí misma y buscando al Señor en la oración perseverante, se encuentra con Él. Y como mujer de acción que es, pone por obra inmediata y cotidianamente lo que el Señor le enseña y le pide, glorificando a Dios sin interrupción con una vida que de ese modo se hace toda ella oración y liturgia continua. 

3. MARÍA ES MAESTRA DE CÓMO SE ANUNCIA LA PALABRA

María, al dar el asentimiento de la fe ante el anuncio del ángel, acoge al Señor en su seno inmaculado y se encuentra con Él «en primera persona». ¡Qué experiencia de unión y comunión la de la Madre con el Hijo! ¡Lo lleva en sí misma! Lo ama con todo su corazón de Madre, se adhiere a Él cordialmente, establece con Él una profunda sintonía y comunión. Y así, llevándolo en sí misma y encontrándose con Él en la intimidad de su propio ser, se experimenta impulsada a llevarlo a los demás, a irradiarlo, a transmitirlo con el gozo y la alegría que produce esta Presencia en el corazón humano: movida por la sobreabundancia de amor, por la presencia en su seno quien es Él mismo Amor[6], sale presurosa al encuentro de Isabel, y apenas el saludo de la Madre del Señor llega a sus oídos, ella se llena del Espíritu y el niño salta de gozo en su seno. ¡Qué ejemplo de apostolado! 

María nos enseña cómo «la presencia del Señor en su seno la mueve al anuncio y al servicio. Madre del fuego del Divino Amor, arde con Él dando luz y calor. Ella encierra a quien es la Buena Nueva, y por los efectos de su unión (.) vive intensamente la dinámica irradiativa de la Palabra, la sobreabundancia plenificadora que se torna ansia comunicativa. "¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio!", dice San Pablo. María vive en su interior esa dinámica de quien lleva la impronta de la Buena Nueva»[7]. Al mirar a la Madre en la escena de la Visitación comprendemos nítidamente que «el apostolado es transmitir al Señor, a quien se lleva dentro». 

Recordemos que María nos acompaña y nos orienta en medio de las esperanzas y los desafíos inherentes a la misión, intercediendo maternalmente por nosotros. Acudamos pues a Ella con confianza filial. 
CITAS PARA MEDITAR
Guía para la Oración

María mujer de silencio y oración, es maestra cómo se acoge la Plabra. Lc 2, 19 51.
Como mujer de acción nos enseña y alienta a ponerla por obra. Lc 8, 21; Mt 7, 21; Jn 2, 5.
María nos enseña a entrar en nosotros mismos y a abrir con prontitud al Señor que llama. Ap 3, 20; Lc 1, 38.
María primera evangelizadora nos enseña a anunciar a Cristo llevándolo en nosotros mismos. Lc 1, 39-45.
Su gozo es llevar y presentar a Cristo a todos los hombres. Lc 1, 41; Mt 2, 10-11.
Su misión es que Él nazca y crezca en todos sus hijos. Jn 19, 24.
Ella nos enseña a tener las disposiciones apropiadas para acoger el Espíritu que impulsa la evangelización. Hch 1, 14; 2, 1-4.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

María se presenta como modelo para aquellos a quienes el Señor proclama bienaventurados, porque "oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 28). ¿Cuánto te esfuerzas por escuchar al Señor? ¿Cómo te aproximas al Señor en el Santísimo o al hacer tus lectios o meditaciones bíblicas? ¿Guardas su palabra "meditándola en el corazón"? 
María no sólo es mujer de profunda oración, también es mujer de acción. Se encuentra con el Señor en la oración y pone por obra aquello que el Señor le va mostrando, por ello ella se pone en camino hacia la casa de Isabel "con prontitud" ¿Cuál es tu actitud frente a las invitaciones del Señor? ¿Respondes con prontitud? 
En el pasaje de la Visitación, María se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos. El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre. ¿Cuánto te estás esforzando por transmitir la Buena Nueva del Señor Jesús? 
Revisa cómo está siendo tu apostolado interno (al interior del MVC: tu agrupación o grupo, tus hermanos más cercanos) y externo y pon medios concretos para que sea cada vez más efectivo. 

[1] Ver Puebla 296ss.

[2] Mt 5,16.

[3] Ver Evangelii nuntiandi, 82; Puebla, 303; Santo Domingo, 15.

[4] Luis Fernando, Plática pronunciada en el Encuentro MVC, Lima, 9 de febrero de 2002.

[5] Luis Fernando, allí mismo.

[6] Ver 1Jn 4,8.16.

[7] Luis Fernando Figari, En Compañía de María, VE, Lima, 1995, p. 44.

Fuente: caminohaciadios.com