Nigra sum, sed fermosa”   Las Vírgenes Negras

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Poco a poco y con esfuerzo fui abriéndome paso entre la abigarrada multitud de fieles que abarrotaban las amplias naves del enorme santuario, hasta que pude llegar ante la imagen del Cristo Negro de Esquipulas y contemplar la serenidad de su hermoso rostro, que desde 1594 convoca a Guatemala y a toda Centroamérica en un continuo desfile de oración y piedad popular.

Tarde en la noche, luego de haber rezado las vísperas con la comunidad benedictina que atiende el santuario, recorrí cómodamente cada rincón del templo, donde una oscura pátina cubre retablos, paredes, imágenes y cuadros, ahumados por cientos o miles de velas que el fervor del pueblo mantiene constantemente encendidas junto a las paredes y las enormes columnas de la Basílica.





Me contaban los monjes que el Cristo crucificado es una talla del siglo XVI, labrada en madera de naranjo, obra del escultor portugués Quirio Cataño, fue sometida a una obra de restauración y limpieza con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II a Guatemala. Durante el proceso de limpieza de la imagen, los restauradores descubrieron el color original de su policromía, pero decidieron, con todo sentido común y delicado respeto por la sensibilidad de los devotos, conservar al Cristo con el color oscuro que cuatrocientos años de humo de velas e incienso le habían dejado.

Dentro del marco de la religiosidad popular existen muchas y muy veneradas imágenes de Cristos negros, todas rodeadas de hermosas leyendas y tradiciones, y, junto a ellas, una muy numerosa presencia de imágenes negras de la Virgen María.






Estas imágenes sagradas de María confieren al culto y a la religiosidad popular de la Iglesia un fuerte tinte histórico-cultural devenido en una marcada y profunda nota de identidad católica. Ellas tienen personalidad propia y única, con historias o leyendas llenas de calor y color; poseen una importante carga sentimental-afectiva y vienen a ser como una especie de reliquia venerada de muy antigua tradición.

Entre los cubanos es muy popular la devoción a la imagen negra de Nuestra Señora de Regla, que se venera desde el siglo XVII en su santuario junto a la bahía de la Habana. Cuenta el Obispo Morell de Santa Cruz que, en 1694, esta imagen negra fue traída desde Madrid para sustituir un antiguo cuadro, arruinado dos años antes por un terrible huracán que dañó considerablemente la ermita primitiva. El obispo hace notar que “su color es bastante moreno” y que escuchó decir que, aunque “en varias ocasiones se ha retocado con color blanco, nunca lo ha admitido”.





La Virgen de Regla llegó desde el sur de España, donde sus orígenes parecen remontarse al siglo V, cuando algunos monjes agustinos, que huían de la invasión de los vándalos, la trajeron consigo a las playas gaditanas. La imagen fue reencontrada en el siglo XIII, depués de la reconquista frente al Islam, y actualmente es venerada en el gran santuario de Chipiona, en Andalucía. El título original debió ser “Nuestra Señora de la Regla”, por ser la Virgen protectora y custodia de la Regla (estilo de vida y obligaciones) de los frailes de San Agustín. Esta talla sedente fue revestida por hermosos mantos y coronas, según el gusto de la Edad Media, para lo cual se alteró la forma original de la imagen.

Con anterioridad a la aparición de la Virgen en el Tepeyac, el título de Guadalupe corresponde a otra Virgen negra muy venerada en Extremadura desde la segunda mitad del siglo XII. Obra de un artista anónimo, la Virgen de Guadalupe original es una talla labrada en fina madera de cedro del Líbano, que permaneció seis siglos escondida junto al río Guadalupe (que significa “río escondido”).

Su hallazgo en tiempos de Alfonso X el Sabio la convirtió en todo un símbolo para los extremeños, y a su santuario acudió muchas veces Isabel la Católica a buscar sosiego, ánimo y paz en su lucha por la reconquista y unidad de lo que entonces comenzaba a ser España. Desde el siglo XIII aparece cubierta con suntuosos mantos, para lo que hubo que transformar la imagen primitiva de manera que pudiese ser revestida.

En la lista de famosas imágenes negras hispánicas se incluye, entre otras, a la Virgen de Monserrat, patrona de Cataluña. Nuestra Señora de la Cabeza, patrona de Andujar; Nuestra Señora de la Peña de Francia, patrona de Salamanca; Nuestra Señora de la Candelaria, patrona del Archipiélago Canario; Nuestra Señora de la Luz, patrona de Cuenca; Nuestra Señora de la Merced, patrona de Jerez de la Frontera. Otras famosas imágenes negras son en Europa la Virgen de Rocamadour, la de Le Puy y la del Pilar de Chartres en Francia; la de Einsieldein en Alemania y la de Altotting en Bavaria; la de Loreto y Oropa en Italia; Marija Bistrica en Croatia; Czestochowa en Polonia; la Virgen de la Puerta del Rocío en Vilnius, Lituania; Svata Hora en la República Checa…

Unas se oscurecieron con el paso del tiempo o por la exposición centenaria al humo de las velas; otras se hicieron de color negro porque tal vez la imagen original desapareció en algún accidente o acto de vandalismo, como la Virgen Negra de la cripta de la Catedral Chartres, cuyo original fue destruido durante la Revolución Francesa.

Pero en todas ellas parece vibrar la reminiscencia de la amada del Cantar de los Cantares, la de piel oscura, tostada por el sol, “la más bella de las mujeres”: Nigra sum, sed fermosa (“Soy negra, pero hermosa”).

Fuente: La Voz Católica