El rostro materno de María en los primeros siglos


Thalia Ehrlich Garduño

(Catequesis del Papa Juan Pablo II, 13 septiembre de 1995)  

    El regalo del Padre a la humanidad es su Hijo, nuestro Señor Jesús que nos fue dado a través de la Hermosa Doncella de Nazaret, y justamente llamada por los Santos Padres: Theotokos (Del griego: Theos, Dios; y tokos, madre; la que engendra, la que da a luz).

    Alejandro obispo de Alejandría fue el primero en usar ese título, y que después les sirvió a ellos para designar a la Bella Madre de Dios: “Después de esto, profesamos la resurrección de los muertos, cuyas primicias fue Nuestro Señor Jesucristo, quien realmente y no en apariencia, tomó un cuerpo de María, la Madre de Dios, “Theotokos”  

(Carta Encíclica de Alejandro, Obispo de Alejandría hacia el año 319).

 

    En la Constitución Lumen Gentium, el Concilio afirma que, “Los fieles unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos los santos, conviene también que veneren ante todo la memoria de la Gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo Nuestro Dios y Señor” (n.52). La Constitución Conciliar usa los términos del canon romano de la misa y así destaca el hecho de que la Fe en la Maternidad Divina de la Doncella de Nazaret se encuentra presente en el pensamiento cristiano desde los principio de los siglos. En la Iglesia que acaba de nacer, a la Bella María se le recuerda con el título de Madre de Jesús.

    Lucas es el que le da este título en Hechos de los Apóstoles, que por lo demás, corresponde a lo que dice el Evangelio:

    “¿No es éste (…) el Hijo de María?”, se preguntaron los habitantes de Nazaret, según el relato de san Marcos (6,3).

    “¿No se llama su Madre María?”, es la pregunta que refiere san Mateo (13, 55).  

    Para los discípulos congregados, después de la Ascensión, el título de Madre de Jesús obtiene otro significado.

    La Hermosa María es para ellos una persona única y especial: le fue dada la Gracia de engendrar al Hijo de Dios, vivió mucho tiempo con Él, y en el Gólgota, su Hijo le pidió que fuera Madre de Juan, su Discípulo amado y por medio de él, fuera Madre de todos los integrantes de su Iglesia.  

    Para las personas que creen en Jesús y lo siguen, “Madre de Jesús” es un título de Honor y Veneración que siempre será en la vida y en la Fe de la Iglesia.  

    De esta forma singular, quieren afirmar con este título, que nadie puede mencionar  el origen de Jesús, sin reconocer el rol de la Mujer que lo engendró en el Santo Espíritu según la naturaleza humana.  

    Su función como Madre afecta al nacimiento y desarrollo de la Iglesia de su Hijo, los fieles recuerdan el lugar que tiene la Doncella de Nazaret en la vida de Cristo y descubren cada día su presencia eficaz en la vida cotidiana de cada persona.  

    Desde el principio la Iglesia aceptó la Maternidad Virginal de la Bella María. Los primeros cristianos captaron de inmediato el significado importante de esta verdad, que nos enseña el origen Divino de Jesús, y fue incluida entre las afirmaciones básicas de su Fe.

    En realidad, Jesús, Hijo de José según la Ley por una intervención extraordinaria del Santo Espíritu, en su Humanidad es Hijo únicamente de la Bella María, porque nació sin intervención de hombre alguno.  

    De esta forma, la Virginidad de la Doncella de Nazaret obtiene un valor extraordinario porque nos da una nueva luz acerca del nacimiento y el Misterio de la Filiación de Jesús, ya que la generación Virginal es signo de que Cristo tiene como Padre a Dios mismo.

    La Maternidad aceptada y proclamada por la Fe de los santos padres, nunca se separará de la identidad de Jesús, verdadero Hombre y verdadero Dios, pues nació de la Bella Virgen María como profesamos en el Credo Nicenoconstantinopolitano.  

       La Bella María es la única Virgen que es también Madre   

    Estos Dones con una presencia extraordinaria y en forma simultánea en la persona de la Joven de Nazaret llevó a los cristianos a llamar a la Hermosa María sencillamente: la Virgen, inclusive cuando celebran su Maternidad.

    De esta forma, la Virginidad de la Bella María comienza en la Iglesia a difundirse la vida virginal, abrazada por las personas que Dios llamó a ella.

    Este llamado tan especial alcanzando su cima en el ejemplo del Hijo de la Bella María, es para la Iglesia de todas las épocas, que ve en la Hermosa María su modelo e inspiración, una riqueza que no se puede calcular.  

    La afirmación: Jesús nació de María, la Virgen expresa que en este evento se encuentra presente un Misterio transcendental y que solamente halla su expresión más plena en la verdad de la Filiación Divina de Jesús.

    Esta fórmula central de la Fe de la Iglesia tiene una unión estrecha con la verdad de la Maternidad Divina de la Doncella de Nazaret.

    Ella es Madre del Verbo Encarnado, quien es Dios de Dios (…), Dios Verdadero de Dios Verdadero.  

    El título de Madre de Dios, atestiguado por Mateo en la expresión equivalente de Madre de Emmanuel, Dios con nosotros (Mt.1, 23), se le dio explícitamente a la Bella Virgen sólo después de una reflexión que se extendió alrededor de dos siglos.  

    Los cristianos del siglo III, en Egipto son los que empiezan a llamar a la Bella María como Theotokos… Madre de Dios.

    Con este título, hay un eco en la devoción de la Iglesia, la Doncella de Nazaret se ve en su verdadera dimensión de su Maternidad: es Madre del Hijo de Dios y engendró virginalmente según la Naturaleza Humana y educando con su Amor de Madre contribuyó al desarrollo humano de la persona Divina, que hizo que se transformara el destino de toda la humanidad.

    Así, con un gran significado, las más antigua plegaria de la Bella María: “Bajo tu amparo…”  contiene el título con que la invocamos: Theotokos… Madre de Dios.

    Esta advocación no es una reflexión de los teólogos, sino una intuición de Fe de la Iglesia.  

    Los que aman, siguen y reconocen a Cristo como Dios, cuando oran y piden la intercesión de la Doncella de Nazaret, esperando obtener su ayuda en las pruebas de la vida, se dirigen a Ella como Madre de Dios.  

    El Concilio de Éfeso, en el año 431, siendo Papa san Celestino I, define el Dogma de la Maternidad Divina, dándole oficialmente el título de Theotokos a la Hermosa María, con referencia a la única persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.  

    Las tres expresiones con las que la Iglesia ha aclarado a través de estos dos milenios su Fe en la Maternidad de la Bella Virgen María:

v     Madre de Jesús,

v     Madre Virginal y

v     Madre de Dios.

    Por lo tanto, revelan que la Maternidad de la Hermosa María está íntimamente relacionada al Misterio de la Encarnación.

    Son afirmaciones doctrinales que tiene relación con la piedad popular,  que ayudan a aclarar la identidad misma de Jesús.

Fuente: autorescatolicos.org