María es una tierra que no fue maldita como la primera, fecunda en espinas y en cardos sobre ella descendió la bendición del Señor, y su fruto es bendito, como dijo la profecía divina.
Ahora, en posesión de la inmortalidad bienaventurada, ella eleva sus manos hacia Dios, esas mismas manos que cargaron a Dios, por la salvación del mundo. Blanca y pura paloma, elevada en su vuelo hasta el cielo no deja de protegernos desde nuestra morada en la tierra. Nos dejó en cuerpo pero no en espíritu, ya en el cielo, hace huir al demonio y es nuestra mediadora ante Dios.
Oh Virgen, yo te veo dormida, no muerta: tú fuiste transportada de la tierra al cielo y sin embargo no dejas de proteger al género humano. Madre, tu permaneciste virgen porque “era a Dios a quien llevabas en tu seno”. Es también ello que ha hecho tu “muerte viviente” tan diferente a la nuestra. Sólo tú y es de justicia, has sido preservada de la corrupción de cuerpo y alma.
De San Teodore el Estudita
en Las más bellas páginas sobre la Virgen María
Presentados por el Padre Pío Régamey (1946)
Fuente: mariedenazareth.org