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La casi desconocida madre de un judío marginal
Padre José Cristo Rey García Paredes, cmf
Quisiera hablarte de ella, como si fuera la primera vez. Para ti y para mí.
Déjame que yo también me deje sorprender por nuestra conversación. Poco a
poco, iremos descubriendo su misterio. Si quieres, escríbeme tus reacciones.
Fuera de los Evangelios, apenas teísmos noticias históricas sobre ella. Así
son las cosas. Hay personajes indeseables que llenan páginas de las
¡crónicas de la Historia. En cambio, a veces, paradójicamente, las personas
más extraordinarias pasan desapercibidas. ¿Puedes explicarte, por ejemplo,
que el espacio que dedicaron los historiadores del imperio romano del siglo
I a la persona de Jesús no llegue a ocupar ni siquiera una página? Si así
trató la opinión pública a Jesús, ¿qué decir de María?
¡Dos ajusticiados en la familia!
María era la madre de un judío marginal, Jesús. Tenemos noticias de ella,
gracias a Él. La notoriedad de María está vinculada y supeditada a la
notoriedad de su hijo, un profeta judío del siglo I.
Flavio Josefo, que nació el año 37, era autor judío, que escribió la
historia de su tiempo, en torno al año 93-94. Y, ¿cómo no?, menciona en su
obra a Jesús. Aunque a Jesús le dedica pocas líneas, resulta estremecedor lo
que escribe de él: «Apareció en este tiempo Jesús, un hombre sabio. Fue
autor de hechos sorprendentes; maestro de personas que reciben la verdad con
placer. Muchos, tanto judíos como griegos, le siguieron. Algunos de nuestros
hombres más eminentes le acusaron ante Pilato. Este lo condenó a la cruz.
Sin embargo, quienes antes lo habían amado, no dejaron de quererlo. Y hasta
hoy, la tribu de los cristianos, que le debe este nombre, no ha
desaparecido» (Antigüedades judías, cap. 18).
Flavio Josefo no habla de María, la madre de Jesús, pero sí de un hermano (o
primo) de él. Se llamaba Jacob o Santiago. Corrió la misma suerte de Jesús.
Fue condenado a muerte. En esta ocasión, a ser apedreado. Estoy seguro que
te interesará esa pequeña crónica en la que habla del hermano de Jesús:
«Ananías era una saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el
momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino,
todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase al hermano de
Jesús, Jacob, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y
los entregó para que fueran apedreados» (Antigüedades judías, cap. 20).
¡Vaya familia!, dirás. Muertes trágicas (crucifixión, apedreamiento) en dos
de sus miembros y en un espacio de tiempo relativamente corto. Dos hermanos
o primos que son juzgados y condenados por su magisterio, por sus
enseñanzas, por su transgresión de la ley.
Si seguimos rastreando la historia profana, encontramos otra referencia a
Jesús en un libro escrito por Publio Cornelio Tácito, titulado Los Anales.
Era un senador, cónsul y gobernador romano. Vivió entre los años 56 al 118.
A Jesús le dedica unas breves líneas, dentro de un párrafo dedicado a los
cristianos. Al explicar este nombre dice: «Su nombre deriva de Cristo, el
cual durante el imperio de Tiberio había sido ajusticiado por orden de
Poncio Pilato, procurador de Judea» (Los Anales, lib. 15).
Déjame que te comente que María de Nazaret fue la madre de un crucificado.
Jesús no fue el único judío crucificado. Lo fueron muchos otros. La
crucifixión era una pena de muerte propia de los romanos. ¡Una pena
terrible! Sólo se infligía a personas juzgadas culpables de grandes delitos.
El letrero que clavaron sobre la cruz de su hijo, siguió clavado sobre el
honor de su madre: ¡la madre de un crucificado! Y también, más tarde, la
familiar, tal vez, la tía de un apedreado, Jacob.
Enigmáticos orígenes
Como puedes ver, de María no se dice ni palabra. Hay que rastrear otro
camino. Es la literatura de los rabinos, los maestros del judaismo. Entre
ellos se contaba la historia de una joven judía que había mantenido
relaciones con un soldado romano llamado Pantera.
Sabemos de esta historia, porque nos la transmitió un gran padre de la
Iglesia, Orígenes. Lo que a Orígenes saca de quicio es que Celso refiera esa
historia a María, la madre de Jesús. Junto a ello, Celso añade otros datos:
que su marido era carpintero; que la repudió; que la abandonó y la dejó sin
recursos y sin casa; que ella hubo de dar a luz en secreto. Añade que
después Jesús pasó un tiempo en Egipto, donde trabajó como obrero y mago.
Como era de esperar, Orígenes rebatió esa información como inexacta. Las
fuentes evangélicas dicen cómo realmente fue concebido Jesús. No obstante,
creyó oportuno transmitir el dato: ¡lo que se pensaba sobre el origen de
Jesús y sobre su madre en algunos círculos judíos! De hecho, hay indicios
semejantes en otros escritos rabínicos.
No sólo tuvo Jesús un final irregular, una muerte horrible y marginal.
También se habló de su origen, de su concepción irregular. Tenemos aquí el
marco para entender lo que aquella gente podría pensar de su madre. Por eso,
he titulado esta reflexión «la madre de un judío marginal».
Te habrá extrañado ver cómo las alusiones a José son siempre fugaces y
extrañas. A José no se le asigna ninguna función especial como padre de
Jesús. La historia profana, o judía, no lo toma en cuenta a la hora de
hablar del origen de Jesús.
Los rasgos de ese judío marginal que fue Jesús
Estás viendo cómo Jesús fue tratado por la historia oficial, tanto romana
como judía: ¡como un judío marginal! Se dicen de él cuatro datos. Y se evita
hacerle cualquier tipo de propaganda.
Fue un hombre condenado por las autoridades religiosas del pueblo de Israel
como maldito de Dios y blasfemo. Jesús se había puesto al margen de la
sociedad. Había dejado su casa, su familia, su empleo. Vivía errante, con un
grupo de admiradores y admiradoras que le seguían. No se preocupaba del
alimento ni del vestido. No se casó. Se opuso a la violencia, al divorcio.
Era un gran maestro sin pertenecer a ninguna escuela. Hablaba como nadie de
Dios. Sus gestos parecían una revelación de Dios. Al principio causó
admiración. Después muchos y muchas lo abandonaron.
Se llamaba «Miriam» y él «Josué»
La madre de este hombre se llamaba Miriam. Es un dato histórico que
conocemos por los Evangelios. Un nombre muy evocador. Recordaba a la hermana
de Moisés y de Aarón, llamada «María, la profetisa». La mayoría de los
judíos que se encontraban bien bajo el dominio romano, o que se integraron
en la cultura helenística, se ponían nombres «profanos» o al menos nombres
judíos nuevos. Sólo conocemos a un Moisés, un Abraham, un David. Sin
embargo, una fuerte reacción nacionalista y religiosa hizo que, en tiempos
de Jesús, pequeñas minorías trataran de recuperar la identidad perdida. Uno
de sus recursos fue poner a sus hijos nombres de los grandes patriarcas y
matriarcas. ¿No sucede algo parecido entre nosotros? Los procesos
autonómicos en las nacionalidades han ido acompañados de nuevos nombres,
nombres significativos, nombres revolucionarios. Los más condescendientes
con el imperio llamaban a sus hijos Felipe, Andrés, Bartolomé. Natanael, sin
embargo, «era un auténtico israelita». Y también lo era Jesús o Josué.
Miriam puso a su hijo el nombre de Josu (abreviatura de Josué, tal como
nosotros decimos Javi como abreviatura de Javier). Y también eran auténticos
israelitas Miriam y su esposo José. Y lo era el hermano-primo de Jesús,
Jacob y el otro Judas. La familia de Jesús, o Josué, se caracterizaba por
esta evidente protesta. ¡Miriam del Éxodo, Josué de la entrada en la tierra
prometida!
Me encanta que la madre de Jesús se llamara «Miriam». ¡Qué intuición
tuvieron sus padres! ¡Qué sueños depositaron en ella! Miriam había librado a
Moisés de las aguas de la muerte. Miriam había cantado el éxodo. Miriam era
la profetisa de la liberación. ¿Cómo te imaginas a la nueva Miriam, la madre
del nuevo y definitivo Josué?
Campesinos judíos
Quizás quieras saber a qué se dedicaba la familia de Jesús. Es probable que
se dedicara -al menos parcialmente- al cultivo de la tierra, a juzgar por
ciertos datos de un historiador judío llamado Hegesipo. ¿Fue Jesús un
campesino judío? Esto explicaría por qué no pocas parábolas de Jesús se
inspiran en el vocabulario de la agricultura y no en el de la carpintería.
No obstante, también Jesús ejerció como artesano (Me 6,3a). Así podemos
explicarnos el escenario de la vida de María.
María de «Nazaret», decimos. Nazaret no era ciudad. Ni siquiera llegaba a
pueblo. Era una sencilla aldea. El Talmud menciona 63 ciudades de Galilea.
Entre ellas ni una sola vez menciona a Nazaret. De los estudios
arqueológicos se deduce que Nazaret era una aldea muy pequeña. Tenía una
sola fuente. La actividad principal de los aldeanos de Nazaret era la
agricultura. No gozaba de prosperidad. No era ni siquiera lugar de paso.
En resumen:
¡qué tensiones se perciben en este primer acercamiento a la figura de María!
Por una parte, la marginalidad, por otra parte, la profecía; por una parte,
el origen oscuro y enigmático y el fin trágico y desgraciado; por otra, una
misión incomprendida pero audaz y llena de posibilidades. En medio de esas
tensiones está María, o Miriam. La mujer que desarrolló su vida en la aldea
de Nazaret. La aldeana o campesina abierta al mundo, sin ser de él. La verás
reflejada en el rostro de tantas mujeres que, como ella, pasan. -por de
pronto- desapercibidas, pero poco a poco se hacen grandes en la historia.
Quizá te haya extrañado este comienzo de nuestras conversaciones sobre
María. He querido afrontar el tema desde fuera. Poco a poco nos iremos
introduciendo en su misterio. Pero es bueno que no olvidemos lo que nos
dicen quienes no compartieron nuestra fe, nuestras creencias. Es bueno,
situarse en la historia. No te extrañes, pues, de este comienzo. María no
necesita de nuestras mentiras para aparecer esplendorosa. Sígueme en este
camino. Nuestra conversación puede ser interminable. Te espero para la
próxima cita. Por ahora, no te impacientes. Medita estos datos, un poco
deslabazados, en tu corazón. Déjate sorprender. Crea tu propia película.
Imagina la humanidad de María, el dolor de María, el drama de esta mujer:
una nueva Miriam, madre de un judío marginal.
Fuente: ciudadredonda.org
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