Maria y la Biblia

 

Mons. Eduardo Boza Masvidal

 

Es en la Biblia, la Palabra de Dios, donde
aprenderemos también nosotros a
anunciar a Cristo al mundo y a ser
verdaderos apóstoles. como María.

Uno de los más ricos valores con que cuentan nuestros pueblos latinoamericanos es su gran amor a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, que con diversos títulos es honrada e invocada con profunda fe en cada uno de nuestros países. Cuba en este sentido es una nación privilegiada
porque la Virgen María quiso manifestarse a nosotros con el título más hermoso y significativo: el de Nuestra Señora de la Caridad.
Pero la devoción a María, si es verdadera, tiene
necesariamente que llevarnos a Jesús. María no es término, sino es camino, no es fuente sino es canal.
¿Cómo nos lleva María hacia Cristo? Yo creo que
podemos fijarnos en un triple aspecto: Ella nos enseña a descubrir a Cristo en la Biblia; a reconocerlo en la Iglesia; a anunciarlo al mundo.


MARÍA NOS ENSEÑA A DESCUBRIR A CRISTO EN LA BIBLIA.

La Biblia es la Palabra de Dios, y nadie como María se alimentó de la Palabra de Dios y profundizó en ella. El Evangelista San Lucas tiene a propósito de eso una frase muy significativa:
"María guardaba todos estas palabras y las meditaba en su corazón" (Le. 2,20). Y poco después repite de nuevo: "Su madre conservaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón" (Lc. 2,5l). Pudiéramos decir pues, que el corazón de María fue la
primera Biblia en la que quedaron grabadas todas las palabras y los hechos de su Hijo, que Ella iba meditando día a día con amor. Y así Ella nos enseña a hacer también nosotros de la Biblia nuestro alimento cotidiano.
Especialmente hay una devoción mariana que junta admirablemente estas dos cosas, María y Biblia: es el Rosario. El Papa Pablo VI lo ha llamado "el Evangelio en síntesis" porque a
través de sus quince misterios y mientras saludamos a la Virgen con el Ave María, meditamos todo lo que nos dice el Evangelio de
la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. ¿Amas de verdad a María? Haz como Ella: graba y medita la palabra de Dios en tu corazón.

MARIA NOS ENSEÑA A RECONOCER A CRISTO EN LA IGLESIA.

El día de Pentecostés, cuando nace la Iglesia, nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, que estaban "Todos reunidos. unánimes en la oración, con María, la madre de Jesús". (Hechos, l, l4). Ella era ya madre de la Iglesia naciente y así ha
sido siempre a través de los siglos porque la Iglesia no es más que el Cuerpo Místico de Cristo, en el que El es la Cabeza y todos nosotros los miembros, y María es madre de todos porque si es madre de la Cabeza lo es también de los miembros. Es
reconociendo esta realidad que el Concilio Vaticano ll dio a María el título de "Madre de la Iglesia". Es a través de la Iglesia que se nos continúa trasmitiendo el mensaje y la Palabra de Cristo que María guardaba tan cuidadosamente en su corazón, y es esta meditación de su Palabra lo que más unía a María con Cristo, más aún que su parentesco camal. Por eso dijo en una ocasión el
Señor: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen" (Le. 8, 2l). La Biblia ha de ser escuchada en la Iglesia, porque la Biblia es el Libro de la Iglesia.
El deseo de María es que, a ejemplo de Ella, descubramos a su Hijo en la Iglesia y que escuchemos su Palabra en la reunión de los fieles.

MARÍA NOS ENSEÑA A ANUNCIAR A CRISTO AL MUNDO.

María no se guarda egoístamente a Cristo para Ella sola sino que lo comunica a los demás. Apenas ha sido hecha Madre de Dios, va a visitar a Isabel llevando en su seno a Cristo cuya presencia santifica a Juan Bautista, y a todos Ella dice lo que dijo a los criados en las bodas de Cana: "Hagan cuanto Él les diga". (Jn. 2,5), es decir: escuchen su Palabra y cúmplanla. Pero Ella ejerce su apostolado humilde y sencillamente, sin buscar aparecer.
Cuando hay trabajos y dolores que compartir, allí está Ella junto a Cristo, en las angustias de la pobreza en Belén o de la persecución en la huida a Egipto, o de la incertidumbre cuando se pierde en el Templo. En cambio, cuando Cristo es aclamado en su vida pública por sus milagros y admirado por sus enseñanzas, y tan fácil le hubiera sido atraerse las miradas y los aplausos de todos como la Madre del Profeta, Ella se esconde, quiere dejar para su
Hijo toda su gloria. Y cuando ha pasado la hora de los aplausos y han vuelto de nuevo las horas amargas de la pasión y de la cruz y sólo hay oprobios que compartir, y sólo es la madre del
ajusticiado, allí está Ella de nuevo con un amor fidelísimo: "Junto
a la cruz de Jesús estaba su madre". (Jn., l9, 25).
Es en la Biblia, la Palabra de Dios, donde aprenderemos también nosotros a anunciar a Cristo al mundo y a ser verdaderos apóstoles, como María.
Razón tema San Antonio María Claret, que tanto amó a la Virgen María, cuando les hacía leer día a día un pasaje del Evangelio a los campesinos cubanos y la Biblia le servía de meditación para el Rosario. El sabía muy bien, como lo debemos
saber también nosotros, que la Biblia y la Virgen María van siempre muy unidas.

Fuente: Libro: Voz en el destierro. Editado por la Revista Ideal, Miami, Fl. USA