El abrazo de Maria

 

Padre Luciano Alimandi

 

¡En el corazón del Adviento encontramos a Maria! Hace dos mil años, cuando llego la plenitud de los tiempos, el Verbo de Dios se hizo Niño en el regazo de la Virgen Maria que, fue pensada, amada, querida "ab eterno" por la Santísima Trinidad, para la realización de los inescrutables diseños de la humana Redención.
Nunca debemos olvidar que este misterio de salvación, el misterio de la encarnación y del Adviento de Dios en el mundo, se nos ha aparecido y donado en el regazo de la Virgen Madre que, por medio de su maternidad "inagotable", se acerca a toda criatura para conducirla al Salvador.
A semejanza de los pastores en la Santa Noche de Navidad, todos los hombres, en las innumerables Navidades de la historia, son llamados por los Ángeles a Belén, reunidos por la Iglesia, para encontrarse con el Divino Niño, en el abrazo materno de una Madre que les espera, precisamente, para hacer fiesta!
Para ayudarnos a contemplar esta verdad de indecible consuelo, es útil releer un pasaje del Siervo de Dios Juan Pablo II, sacado de la encíclica "Redemptor Hominis", Encíclica, la primera, sumamente programática de su Pontificado.
El Sumo Pontífice, de venerada memoria, escribió a propósito del misterio de la Redención: "Este misterio se ha formado, podemos decirlo, bajo el corazón de la Virgen de Nazaret, cuando pronunció su «fiat». Desde aquel momento este corazón virginal y materno al mismo tiempo, bajo la acción particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y va hacia todos aquellos que Cristo ha abrazado y abraza continuamente en su amor inextinguible. La característica de este amor materno que la Madre de Dios infunde en el misterio de la Redención y en la vida de la Iglesia, encuentra su expresión en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes. En esto consiste el misterio de la Madre".
"El eterno amor del Padre… - continua Juan Pablo II - se acerca a cada uno de nosotros por medio de esta Madre y adquiere de tal modo signos más comprensibles y accesibles a cada hombre. Consiguientemente, María debe encontrarse en todas las vías de la vida cotidiana de la Iglesia". (Redemptor Hominis) n. 22.
Este "debe encontrarse en todas las vías de la vida cotidiana de la Iglesia" es una evidente invitación a reencontrar la inagotable maternidad de Maria, no olvidando nunca que el Adviento es el tiempo propicio para este redescubrimiento.
¡Que estos pensamientos llenen nuestras mentes en esta novena navideña para que, gracias a Maria, Jesús pueda nacer una vez más en nuestros corazones!

Fuente: fides.org