María, la hija de Sión

 

Padre Antonio Luis Martínez Núnez

 

Es bueno que este año, la celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María se revista de especial esplendor no sólo en las celebraciones litúrgicas sino también en nuestro propio interior.

Para conseguirlo, necesitamos enriquecer nuestra devoción mariana con nuevos matices que aporten riqueza a nuestra meditación sobre el misterio de María y nos ayuden a conocerla mejor y acertar a ponerla en el sitio que le corresponde por la especial vocación que el designio de Dios le concedió como madre de Jesús y madre nuestra.

'Hija de Sión'

Puede ser una buena aportación en la tarea que nos imponemos tener presente y desentrañar al título de "Hija de Sión" que le ha dado el Concilio Vaticano II por lo novedoso que puede resultar para algunos y por lo rico que puede resultarnos como sugerencia para nuestra meditación del misterio de María.

Efectivamente, el Concilio presenta a la Virgen con estas palabras: " Ella (María) misma sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de él esperan su confianza y reciben la salvación. En fin, con ella, excelsa hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne." (LG 55).

El texto sitúa a la Virgen entre los humildes y los pobres del Señor porque, según las tradiciones de Israel, eran ellos los que reconocerían y acogerían al Mesías y así, María -la Hija de Sión- es presentada como la personificación de todas las esperanzas y todas las profecías que alentaba el pueblo de Dios.

Que bonitas palabras dedica a este tema un gran profesor: "María, hija de Israel, salida del ambiente de los pobres, elegida para ser la madre del Mesías, lleva verdaderamente en su persona concreta el destino del pueblo elegido. En nombre del 'resto', esta verdadera 'hija de Sión' acoge al Mesías en la obediencia y en el gozo".

María y el Adviento

Todo este entramado bíblico acerca del título de María como Hija de Sión nos sitúa en la espera mesiánica de Israel que la liturgia nos invita a revivir cada año en el Adviento, por eso la figura de la Virgen debe, en este tiempo litúrgico, aletear en nuestra piedad personal como lo hace en la liturgia adviental como nos lo enseña el magisterio de la Iglesia

Pablo IV escribía "se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación esperanzada a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga" (Marialis cultus, 3)".

Al inicio del año litúrgico, en este tiempo de Adviento, María, concebida sin pecado, se nos presenta como modelo de esperanza y como tipo de la Iglesia.

Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris Mater, destacaba el carácter mariano del Adviento, al señalar que, en la liturgia de este tiempo, se refleja cada año el "preceder" de Santa María a la venida de Cristo:

"[Ella] en la 'noche de la espera de adviento, comenzó a resplandecer como una verdadera estrella de la mañana (Stella matutina). En efecto, igual que esta estrella junto con la aurora precede la salida del sol, así María desde su concepción inmaculada ha precedido la venida del salvador, la salida del sol de justicia en la historia del género humano" (Redemptoris Mater, 3).

La espiritualidad del Adviento

Es provechoso que esta vinculación existente entre el misterio de María, Hija de Sión, y la celebración del Adviento nos ayude a conseguir el espíritu del Adviento y, de esta manera, nos preparemos debidamente para la celebración de la Navidad y para la segunda venida del Señor, al fin de los tiempos, que son las dos metas a la que tiende el "sacramento del Adviento", como le llama san Bernardo.

El mismo papa Pablo VI nos inicia en la espiritualidad adviental siguiendo los pasos maternales de la Virgen y espera que al considerar el "inefable amor" con que la Virgen esperó al Hijo, nos sintamos animados a tomarla como modelo y a prepararnos, vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza para salir al encuentro del Salvador que viene.

La liturgia del Adviento subraya una serie de rasgos de esta "preparación esperanzada". Fijándonos en las oraciones propias de cada día, podríamos destacar -entre otros- los siguientes: el deseo, la alerta o la vigilancia, el ánimo, la alegría, la fe, la humildad de corazón y la actitud de súplica.

Una buena regla para llevar a cabo esta lista de rasgos del tiempo de Adviento es 'empaparnos' de los textos que nos ofrece la liturgia y hacerlo a la luz que irradia la estrella naciente que es nuestra Madre Inmaculada.

Fuente:  Semanario de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, España