La Virgen María, siempre al pie de nuestra Cruz

 

Carlos Díaz Rodríguez

 

Cuando Jesús fue crucificado, pocos decidieron acompañarlo en su dolor, pocos decidieron consolarlo con su propia presencia y una de estas pocas personas fue nuestra Madre del Cielo, la Virgen María, ella con su amor maternal acompañó a Jesús en todo momento, ante esto, hemos de saber que María Santísima no es ajena a nuestro dolor, sino que siempre está con nosotros en los buenos pero también en los malos momentos, en aquellas experiencias dolorosas que se nos presentan en la vida.

Tenemos a un gran apoyo, a una madre consoladora, a una madre sonriente, a una madre santa, a una madre fiel. Contar con la Virgen María es contar con aquella mujer que cuidó y ha amado desde su nacimiento a nuestro Señor Jesucristo, ella es la mujer que no olvida los dolores de la humanidad y que solicita a Cristo que derrame más de sus gracias sobre todos y cada uno de sus hijos e hijas. La Virgen María no distingue culturas o niveles económicos, ella nos ama a todos con un amor especial y por ese amor nos acompaña en nuestras penas animándonos a seguir, animándonos a no perder la alegría, a no perder el ideal de buscar amar a Dios aún en los momentos complicados.

En lugar de buscar apoyo en aquello que nos hace daño, en aquello que no es bueno para nosotros, busquémoslo en la madre de Dios quien se nos ha sido dada como madre, como apoyo de parte de Cristo. No debemos ver a una madre lejana, porque tenemos a una madre cercana, a una madre que es nuestra amiga, nuestra consejera, nuestra doctora del alma, nuestro ejemplo a seguir, pero ante todo, nuestra madre.

Ella nos invita a estar con Jesús en su dolor, en el dolor de no sentirse amado siempre, en el dolor que siente por los sufrimientos de la humanidad entera y también nos invita a estar con los demás, a ser instrumentos de esperanza y consuelo como lo ha sido ella. El ser personas con esperanza, con ánimo y con la capacidad de hacer algo positivo por los demás nos permite imitar a María en su labor consoladora porque ella estuvo al pie de la Cruz, desarrollando la misión de consolar a Jesús y de mostrarnos que, así como consoló a Cristo, nos consuela también a nosotros.

Ella no es una madre que nos dice “hijos e hijas resígnense a sufrir sin medida” sino que ella nos dice “ánimo hijos e hijas, los amo y juntos saldremos del problema que les aturde”. Contar con la Virgen María es un apoyo, un apoyo que Jesús mismo nos ha querido regalar y que no debemos menospreciar pues decirle ¡no! A María es decirlo ¡no! A la madre de Dios y a un regalo especial del Padre Celestial. María nos sonríe, ella nos quiere y nos apoya en los grandes momentos de nuestra vida, si estamos sufriendo, ella intercede por nuestro consuelo y si pasamos por buen momento se une a nuestra alegría pues si sus hijos e hijas están bien, ella también lo está.

Fuente:  autorescatolicos.org