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La alegria hecha devoción
Padre
Tomás Rodríguez Carbajo
En nuestra vida reflejamos la concepción que
tenemos de todo aquello que nos rodea. Fijémonos cómo hablan las personas
para saber la concepción que tienen de la vida, repasemos los temas que
tienen de conversación para darnos cuenta inmediatamente de la idea que les
ocupa.
Este mismo baremo vale para nuestra vida espiritual, nos encontramos muy
sensibles ante las desgracias de los demás y somos mas remisos para
compartir las alegrías de los otros.
Parece que nos fijamos más en los dolores de María que en sus alegrías, Ella
misma confirma nuestra actitud en muchas de sus apariciones y así la vemos
llorosa en la Salette, lacrimosa en Suracusa, imporante en Fátima, etc...
Me gusta más contemplarla alegre como la han visto muchos santos, v.gr.
Bernardita en Lourdes creyendo que era un engaño del demonio arrojó agua
bendita sobre la gruta, María le correspondió sonriéndola bondadosamente.
En las primeras páginas del Evangelio se nos presenta a María con alegría
“Alégrate María” (Lc. 1,28).
En contrapeso a los siete dolores de María en la Iglesia también tenemos las
siete alegrías de María, devoción clásica de la Orden franciscana y devoción
popular de las 70 Avemarías, llamada “Corona Franciscana”. Los Papas
establecieron una fiesta propia de Nuestra Señora de las Siete Alegrías.
Por los años de 1400 se le apareció la Virgen a un novicio franciscano
apesadumbrado por no poder manifestar el amor a la Señora cómo lo hacía
antes en su casa con una corona de flores frescas, Ella le sugirió cómo
podía ofrecerle todos los días una corona más preciosa, rezando un
padrenuestro y 10 avemarías en recuerdo de cada una de las alegrías que
María experimentó de manera especial durante su vida terrena:
1. En el anuncio del Ángel.
2. En la visita que hizo a su prima Isabel.
3. Cuando dio a luz a su querido Hijo.
4. Cuando se lo presentó a los Magos.
5. Cuando encontró a Jesús en el templo.
6. Cuando lo vio resucitado.
7. Cuando subió en cuerpo y alma a los cielos.
Nosotros, a la manera de María, tenemos dolores, dificultades, etc..., pero
no nos faltan motivos de alegría en nuestra relación con Dios v.gr. al
sabernos objeto especial del amor de Dios, nosotros sí “pintamos” algo en la
mente de Dios, por eso nos amó, nos creó, nos redimió y sigue amándonos.
Lo mismo sucede en nuestra relación caritativa con el prójimo, pues, ésta es
la traducción mejor hecha del amor que tenemos a Dios.
Nuestra disponibilidad en el servicio a Dios es lo que llamamos devoción y
cuando a ésta la convertimos en alegría, es una forma muy lógica y rentable
de manifestar el amor a Dios, ya que la alegría es el terreno mejor abonado,
para que en él se cultiven todas las virtudes.
En nuestra vida ordinaria sacamos de los momentos alegres, que nunca faltan,
fuerza para seguir luchando y trabajando; de la misma manera nos sucede,
cuando convertimos en alegría nuestra devoción, nos sentimos más animados
para servir al Señor e imitar a María.
Inclinémonos en nuestra vida a mirar la realidad con optimismo y
convenzámonos que la verdadera devoción tiene que ir por la alegría, para lo
que nos apoyamos en lo que nos dice el Salmo 99,2: “Servid al Señor con
alegría”
Fuente:
autorescatolicos.org
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