El silencio de María

 

Padre Javier Leoz

 

Caminaban padre e hijo cuando, en una calle, le preguntó al pequeño: Además de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? El niño agudizó sus oídos y, segundos más tarde, le contestó: escucho el ruido de una carreta. Eso es -dijo el padre-. Es una carreta vacía. El hijo, sorprendido, preguntó: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos? El padre le salió al paso diciéndole: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía. Cuanto más vacía está, mayor es el ruido que hace.

María fue una de esas mujeres que nunca interrumpió los planes de Dios. Sus palabras, recogidas en el Evangelio, es muestra del gran contenido de su persona. No presumió de nada. Su grandeza fue el ser pobre. Su gloria el cumplir la voluntad del Padre.

María, no hizo ruido. Pasó como de puntillas por el mundo para que cumpliera el plan de salvación. Se acercó, estoy seguro, a la Palabra que iluminaba todo el Antiguo Testamento. Meditó, en lo más hondo de sus entrañas, los gestos, las indicaciones y hasta los "desaires" que le pudo dar Jesús.

En un mundo donde hay una sobreabundancia de decibelios, la Virgen María, nos invita a escoger caminos que nos conduzcan hacia la pan interna; a oasis de calma y de reflexión; al encuentro personal y comunitario con Cristo.

Si el silencio es el lugar donde Dios habla, a la fuerza María, procuraría en más de una ocasión, conquistar esos espacios de sosiego, que fuesen garantía y facilitasen masticar, saborear, pensar y disfrutar con las cosas de Dios y del Espíritu.

Ante ella, y porque en muchas ocasiones hacemos demasiado ruido, sin llevar contenido, ofrecemos una bandeja de arena, simbolizando la necesidad de quietud y reflexión.

Fuente:  autorescatolicos.org