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Si yo fuera pintor, en esos momentos pintaría a
María
Jean-Paul Sartre
La Virgen está pálida y mira al niño. Haría falta
pintar su rostro, en un embelesamiento ansioso que no se ha visto más que
una vez en un rostro humano. Ya que Cristo es su hijo, la carne de su carne
y el fruto de sus entrañas. Ella lo lleva nueve meses y ella le dará el seno
y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Por momentos, la tentación es
tan fuerte que ella olvida que él es Dios, lo cierra en sus brazos y le
dice: ¡mi niño!
Pero en otros momentos, ella se niega todo y piensa: Dios está ahí y se
siente presa de horror religioso por ese Dios mudo, por ese niño aterrador.
Pues todas las madres se sienten así frente a ese fragmento rebelde de su
carne y se sienten en exilio frente a esa vida nueva que han hecho con su
vida. Pero ningún niño ha sido más cruelmente y más rápidamente arrancado de
su madre, pues él es Dios y el supera en todo sentido lo que ella puede
imaginarse. Y es una dura prueba para una madre sentir vergüenza de su
condición humana frente a su hijo.
Pero yo pienso que hay también otros momentos, en que ella se siente a la
vez que Cristo es su hijo y que ese niño es Dios. Ella lo mira y piensa:
“Ese Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mi, tiene
mis ojos, y esta forma de su boca es la forma de la mía. El es Dios y se me
parece.” Y ninguna mujer ha tenido su Dios para ella sola. Un Dios hecho
niño que puede tomarlo en sus brazos y llenarlo de besos, un Dios todo
calentito, que sonríe y suspira, un Dios que se puede tocar y que vibra.
Es en ese momento cuando yo pintaría a María, si yo fuera pintor y trataría
de darle el aire de profunda ternura y de timidez con la cual ella avanza
sus manos para acariciar la piel de ese niño-Dios de cuyo cuerpo tibio
siente en su regazo y le sonríe.
Jean-Paul Sartre (Filósofo francés: 1905-1980)
Meditaciones escritas durante la guerra
Fuente:
mariedenazareth.org
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