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El Avemaría… desde tu Corazón, Madre.
Susana Ratero
“Dios te salve, María, llena eres de gracia”…
murmuro en el banco de mi Parroquia, siguiendo a las señoras que rezan el
Santo Rosario….
Tantas veces he repetido la misma oración, tantas… como compañera de penas y
alegrías, llenando las soledades del alma y compartiendo también la risa…
Bellas palabras, dulces palabras, pensar que a veces, por repetirlas
apurada, no alcanzo a gustar su perfume y suavidad….
- Madre ¿puedo preguntarte algo?- y mi corazón se hace pequeñito bajo tu
manto en la imagen de Nuestra Señora de Luján.
- Lo que quieras hija. Como tu mama que soy, mi alegría es aconsejarte y
guiarte.
- María ¿Qué sucede en tu corazón cada vez que tus hijos decimos el
Avemaría?
Pareciera que hasta mi ángel guardián dejó de batir sus alas para escuchar.
Mi corazón también se quedó asombrado ante mi propia pregunta. Y tu silencio
perfumó el aire y todos los santos del cielo y la corte celestial se preparó
a oír tu respuesta….
Y yo estoy allí. En medio de todos y me siento muy pequeña, pero muy amada…
muy pecadora, pero inundada de la Divina Misericordia ….
Y tus palabras tienen la fuerza para llenar no sólo mi vida, sino también la
eternidad…
- Hija, El Avemaría comienza con la salutación angélica…”Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo (Lc1,28)”… Piensa, considera esas palabras…
fueron dichas de parte de Dios por uno de los primeros príncipes de la
milicia celestial, el Ángel Gabriel. Su fin era la Encarnación de la
Sabiduría Eterna. Por ellas Dios se hizo hombre y yo, una Virgen, soy la
Madre de Dios. Cada vez que escucho estas palabras, querida mía, siento en
mi Corazón renovarse la alegría de aquel día, siento nuevamente el perfume
del Ángel y mi gozo es inmenso al recordar el momento en que la inmensidad
de la Eterna Sabiduría hizo su cuna en mi vientre y en mi corazón. Todas las
palabras del mundo no alcanzan a expresar ni el más pequeño de mis suspiros.
Por ello, hija mía, cuando repites el saludo del Ángel, no creas que estás
sola, pues toda la Corte Celestial me vuelve a saludar….
El silencio ha huido del recinto de la parroquia, el cual se halla inundado
del batir de alas de Ángeles que vuelven a decir en celestial armonía “Dios
te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”… Y me siento
demasiado pequeña, pero también me siento demasiado amada…. Demasiado amada
como para sentirme pequeña.
Y me llevas de la mano a visitar a Isabel, y hasta el viento canta en tu
honor su canción repetida…
Y me hallo diciendo a coro, con las señoras de la parroquia y con Isabel
“Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre
(Lc 1,42) Jesús”…
Y me miras feliz… feliz… Tu Corazón se explaya en palabras de alabanza y
agradecimiento al Dios Altísimo y vuelves a cantar el Magníficat “Proclama
mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
Salvador…(Lc 1,46-47)”
- Querida Mía, cada vez que repites el saludo que Isabel, llena del Espíritu
Santo, me diera en aquel gozoso día, tus alabanzas las remito, gozosa, a
Aquel que es causa de mi alegría. Oye, hija, oye con tu corazón como todo el
cielo se regocija al ver a Jesús, mi amado Hijo, alabado y glorificado por
haber salvado a los hombres…
Permaneces en silencio, junto a mi corazón, en el banco de la parroquia. Aun
no ha terminado este Avemaría, el más profundo que haya dicho en mi vida… me
pides que continúe.
Hasta imagino que toda la corte Celestial, que te cantaba alabanzas, está
ahora en silencio para escuchar mi petición.
Y mi voz es apenas un susurro:
- Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora…
Y vuelven a mi corazón las palabras de aquel pequeño librito (*)”Virgen
María, rosa de oro, toda suave y bella, ruego que lleguen a ti mis
oraciones, que elevo con insistencia. Por medio de ellas yo golpeo a la
puerta de tu morada en la casa del Señor, confiado en tu generosa
misericordia ahora y en cualquier momento de tribulación, porque eres Madre
de la misericordia y a través de ti el pecador alcanza la más grande
esperanza de perdón.”
Tu mirada piadosa, serena y dulce es un bálsamo a mi corazón… continúo, de
tu mano, Madre….
- y en la hora de nuestra muerte. Amén.
- Hija, te explicaré esta última frase del Avemaría. A mis fieles
servidores, a mis devotos, en los últimos instantes de su vida, me acercaré
y tomándole entre mis brazos, rogaré por él a mi Hijo con estas
palabras:”Amorosísimo hijo mío, ten piedad de tu siervo que me ama y me
alaba, como tu mismo has visto y conoces. Los santos ángeles me anunciaban
los frecuentes saludos que brotaban con devoción de sus labios al recordar
mis gozos…Él no se alejó nunca de nosotros sin darnos un beso de amor y se
ha compadecido de mis lágrimas. Concédele hallar misericordia ante Ti. Te
suplico fuertemente en su favor junto con todos tus ángeles y santos”(*)
Las señoras de la parroquia han terminado el Rosario y se van retirando una
a una. La luz de la mañana y el perfume del jardín entran por las puertas y
ventanas abiertas. Pero ahora siento que hay otras puertas abiertas que se
están llenando del más exquisito perfume. Son las puertas de mi corazón….
¡Que grande es la excelencia del Avemaría! ¡Cuantas cosas pasan en tu
Corazón, Madre mía, al repetir unas palabras que vienen de Dios!!!
¡¡¡Pensar que muchas veces sentí que lo rezaba sola!!¡¡¡Que equivocada
estaba, pues toda la corte celestial rezaba conmigo y tu Corazón, Madre, se
enternecía de purísimos gozos!!!
- Madre, Madre mía…. –y las palabras se retiran una a una y se inclinan
reverentes ante la Madre-Te amo, te amo y quisiera amarte con toda la
capacidad de mi corazón…Pero...-y mis ojos buscan el suelo, pero tu mirada
los rescata y los guía- muchas veces pasan por mi cabeza mil pensamientos
cuando rezo, y me esfuerzo para ahuyentarlos. Algunas veces lo logro, otras
no…Te confieso Madre, que nunca creo haber rezado un solo Avemaría sin
alguna distracción, y eso me entristece.
- Hija, hija mía, no sientas pena. Verás, para que te quedes tranquila te
diré que yo conozco la intención que tienes al comenzar la oración y también
conozco tus luchas y esfuerzos por ahuyentar los pensamientos que van y
vienen. No te desanimes por las distracciones involuntarias, que son propias
de tu naturaleza, solo aléjate de las distracciones voluntarias al rezar….
Además, debes saber, que cuanto más esfuerzo haces por ahuyentar tus
pensamientos y concentrarte, más meritorio es tu Avemaría…. Así que, hija,
sigue regalándome tus Avemarías, aunque sientas que tu cabecita quiere volar
por otros temas, no te desanimes, que tu esfuerzo perfuma tu oración.
En mi alma, llena de amor y de asombro, nace una palabra:”Gracias”, gracias
Padre, por darnos a María, gracias Jesús, por darnos a tu Mamá para que sea
nuestra mamá, gracias Madrecita por contarme estos secretos tan hermosos que
son luz para mi alma…
Hermano mío que lees estas líneas ¿Me acompañas a rezar un Avemaría?
(*)Imitación de María, Tomás de Kempis
otras frases han sido tomadas de los escritos de Grignion de Montfort
Fuente:
autorescatolicos.org
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