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María, y la campana de mi parroquia…
María Susana Ratero
Madre mía, aún
falta un rato para que comience la misa.
El silencio de la parroquia de
Luján se inunda, de pronto, del repicar de la campana.
Repicar monótono y conocido.
Llamado conocido… Madre... ¿conocido?
- Conocido, sí, hija…. Más, ¿estás
segura de que es comprendido?
- Madre, ¿Qué tengo que comprender de un campanario?
Tu silencio inunda el aire de tu
gran paciencia para conmigo. Paciencia que mi gran torpeza e ignorancia
jamás podrá agotar ¡Oh consuelo de mi alma!.
- Escucha las campanas, escúchalas
con tu corazón.
Aunque no te comprenda, te obedezco. Y el tan-tan
metálico y monótono de la campana adquiere de pronto una voz distinta.
- Te hablan, hija ¿puedes escuchar
su voz?
“Jesús te llama, Jesús te llama, Jesús te llama”
- ¡Madre! ¿Escuchas? Dicen “Jesús
te llama”. Pero ¿quién le da voz a las campanas?
Guardas silencio… silencio.
Muchas veces te he dicho que
tienes voz de campanas, Madre pero….y la campana vuelve a hablar:
“Je sús te lla ma, Je sús te lla
ma, Je sús te lla ma”
Y la metálica voz que la campana deposita en mi oído
llega, por una exquisita delicadeza tuya, a mi corazón… y es una voz
conocida… es… ¡tu voz, Madre! ¡Tu voz! Que se ha trepado al campanario para
llegar, con alas de viento, a los corazones que tengan oídos atentos para
oírla.
“Jesús te llama, Jesús te llama, Jesús te llama”
- Entonces, Madre ¿es tu voz la de
las campanas? ¿Me llamas también desde el campanario?
Oh, María, que el ingenio de tu
amor no escatima medios para acercarme a tu Hijo. Pero… no siempre mi
corazón oyó tu llamado. Muchas veces lo escuché pero tuve mil excusas (¡ay,
ahora no puedo recordar ninguna!, porque las excusas no son motivos
valederos y tienen raíces pequeñas en el alma y las arrastra pronto el
viento del olvido) para no acercarme.
Después de un breve silencio se
repite el repicar… ahora escucho algo mas…
“Si si a ti ven, Jesús te llama,
ven ven te llama”
Y como quien toma aliento para una frase más, un
último repique solitario
“Si Je sús hi ja ven”
Luego, el silencio… Silencio
poblado del eco de tu voz.
Me siento en el banco… acá estoy… con todo mi bagaje
de penas y tristezas, de alegrías y sueños, de proyectos, esperanzas y
desilusiones. Me saludas desde tu imagen de Luján. Justo estoy por
responderte cuando las señoras de la parroquia comienzan el rezo del Santo
Rosario ¿Qué mejor manera de responder a tu saludo?
Si, el Santo Rosario antes de la
misa ¡Cuántos secretos encierra!
- Así es, hija. Pero de eso
hablaremos el próximo domingo ¿te espero?
- ¡Claro que sí, Madre!
Y quedas en conocido silencio.
Bueno, nunca es pleno tu silencio, porque la dulzura de tu mirada no cesa de
decirme que me amas. Silencio que abre paso al recuerdo de tu llamada
reciente. ¡¡¡Y yo que pensé que decirte que “tenías voz de campanas” era
sólo una metáfora!!! Ahora sé que sí, que tienes voz de campanas porque, por
una gracia inmerecida, mi corazón te ha escuchado.
Amigo, amiga que lees estas
líneas. Cuando escuches las campanas de tu parroquia, intenta escucharlas
con tu corazón. Solo desde allí oirás el llamado de tu Madre que jamás, por
lejos que estés, dejará de decirte:
“Jesús te llama, Jesús te llama,
Jesús te llama”
Fuente: autorescatolicos.org
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