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Imágenes de María.
Leticia Soberón Mainero
Incontables artistas a
lo largo de la Historia han dedicado muchas horas, recursos materiales,
esfuerzos e imaginación para plasmar en pintura o escultura a María de
Nazareth. Imaginan, llevados por el amor y la veneración a la madre de Dios,
a una mujer de rostro joven, dulce, proporcionado y bello. Con estos rasgos
desean manifestar la santidad de esta mujer única.
Nosotros, que acudimos confiados a la intercesión de María, contemplamos
estas imágenes y nos sirven de apoyo a la oración. En ellas vemos señalada
su amorosa maternidad para con todo seguidor de Cristo.
Pues bien, esta belleza artística es sólo una representación. Es como el
dedo que señala la luna: nos hace mirar el cielo y no debemos quedarnos
mirando al dedo. Es ella, María, que tras su asunción a los cielos,
intercede por nosotros. Lo más importante no es si la imagen muestra una
mujer hermosa; en María lo fundamental es su santidad. Las maravillas que el
Señor ha obrado en ella. Su docilidad a Dios Padre, su fidelidad única a
Jesús; la hondura de su amor en el Espíritu Santo.
Por ello podemos encontrar, en la vida cotidiana, otras imágenes de María,
más perfectas y más valiosas que las mejores tallas de madera, o los mejores
óleos de nuestras iglesias. Mujeres jóvenes, maduras o ancianas, dóciles al
Paráclito. Mujeres que aman, perdonan y rezan por los enemigos de Dios y del
género humano. Que perseveran en el amor cristiano a todos, a veces con gran
heroísmo que queda oculto para muchos.
Incluso pecadoras, cual la Magdalena , pero arrepentidas, penitentes, y por
ello asistidas por la Gracia de Dios.
Mujeres que van al mercado, arreglan sus casas, trabajan en oficinas o
colegios, o asisten a los vecinos. O las que, exhaustas ya y cargadas de
años, siguen siendo luz y ternura para quienes les rodean.
Son imágenes, no hechas por mano del hombre, sino por el mismo Dios que obra
maravillas en las personas abiertas a Él.
Ojalá veneremos también estas otras imágenes de María, más hermosas que las
de alabastro o pintadas en lienzos. Son personas vivas y, además, tienen en
sí la Gracia de Dios por el Bautismo y los otros Sacramentos. Esta Gracia es
la que hermosea el alma verdaderamente y su belleza se refleja hasta en la
expresión.
Fuente:
claraesperanza.trimilenio.net
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