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El verdadero culto a la Santísima Virgen María en
todas sus advocaciones y santuarios.
Gustavo Daniel D´Apice
El Papa Pablo VI publicó una Magistral Encíclica títula "Marialis Cultus",
sobre cómo debe ser el verdadero culto a María por parte de los cristianos.
En ella, coloca 4 notas de devoción y veneración que son comunes para
todas las advocaciones marianas, y para todos los santuarios marianos
visitados.
Releámolas un poco y comentémolas brevemente:
La “Marialis Cultus”.
Según
la Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” (El Culto
Mariano) de Pablo VI, en 1975, retomada constantemente por el Magisterio de la Iglesia, el culto de
veneración mariano debe tener las siguientes notas:
1.
ANTROPOLÓGICO.
Es decir, María plenamente mujer, más cerca de
nosotros (por su ser creatural), que de Dios (que es infinito). La mujer de
nuestro siglo, de nuestro país, de nuestra provincia, nuestra ciudad,
nuestro barrio. ¿Cómo sería María hoy, llena de gracia, en el siglo XXI, en
las actuales circunstancias de América, Asia, África, Europa, Oceanía?
Sin duda cumpliendo la
Voluntad de Dios, pero de manera distinta a la de Palestina
hace 20 siglos, por la diversidad de circunstancias que le tocarían vivir.
¿Cómo sería María hoy en el hogar, en la empresa, en la oficina, en la
política, en los emprendimientos sociales, en su concepción de la economía
de los pueblos?.
Cómo aplicaría su “genio femenino”, según la
acertada expresión de Juan Pablo II, tan necesario para que la humanidad sea
más humana y justa?. Eso quiere decir María plenamente mujer.
2. Otra
nota del culto mariano es que debe ser BÍBLICO.
Más que
arrancar de leyendas, florecillas, apariciones y/o visiones, el verdadero y
sólido culto mariano debe tener su fundamento en la Sagrada Escritura.
Y no faltan motivos para ello. María, la primera y la más perfecta discípula
del Señor, que mantuvo su “Sí” desde la concepción hasta estar de pie
sufriendo con su Hijo al pie de
la Cruz.
La que arrancó su primer milagro a Jesús
en Caná de Galilea, cambiando por su pedido el agua de la Antigua Alianza en
el vino de lo que sería
la Nueva Alianza sellada por Su sangre. La que recibió el
“piropo” de su Hijo de ser feliz por escuchar la Palabra de Dios y
cumplirla, más que por su maternidad en la carne. La que solicita a los
discípulos de su Hijo que todo “hagan lo que Él les diga”.
La que,
en fin, es entregada como Madre a los cristianos al pie de la Cruz. ¿No hay suficiente
fundamento en la
Sagrada Escritura, fuente de Revelación escrita de nuestra
fe, que debemos buscar en otros lados?
Sin duda, que revelaciones y
visiones, siempre son privadas, aún las aceptadas por
la Iglesia
(cfr. Catecismo Nº 67), y AYUDAN a vivir la Revelación Pública
(Sagrada Escritura y Tradición Viva) en una época determinada de la
historia, pero nunca sustituyen ni superan la Revelación, sino que están a su servicio, y no van
más allá de ella.
3. Otra nota del culto mariano de veneración es que
debe ser LITÚRGICO.
El culto mariano debe manifestarse
principalmente a través de la liturgia. Las devociones privadas pueden
ayudar (el ángelus, el rosario, los primeros sábados, advocaciones
particulares, triduos y novenas, y, es más, son recomendables), pero siempre
deben conducir y desembocar en la oración pública de
la Iglesia, en
la Liturgia.
Las fiestas marianas del
calendario litúrgico que señalan sus prerrogativas singulares, los tiempos
litúrgicos fuertes como los de Adviento y Navidad, que tienen una fuerte
presencia suya, deben servir no sólo de apoyo, sino de cumbre de nuestra
oración y devoción hacia la Madre de Jesús y nuestra
Madre.
4. Y la última nota que señala Pablo VI en Marialis Cultus, y
que siempre es retomada por el Magisterio de
la Iglesia, es que el culto mariano de veneración deber ser
ECUMÉNICO.
María,
la Madre
de Jesús, es la Madre
de todos los cristianos. No sólo de los católicos. Cristianos son los
católicos, ortodoxos, evangélicos en general, anglicanos, luteranos,
calvinistas, etc. (No consideramos aquí a las sectas no cristianas, como los
Testigos de Jehová, Mormones y New Age).
Si los cristianos en
general son hermanos de Jesús, los hermanos tienen, como consecuencia, una
misma Madre. Por eso María es amada, de distintos modos y con distintas
manifestaciones, por católicos, ortodoxos y evangélicos. Y ninguno tiene que
minusvalorar o despreciar la forma en que el otro la ama y le manifiesta su
amor.
Al principio dijimos que, para ello, no hay que caer ni en el
“maximalismo mariano” (exageración en el culto y sus manifestaciones) ni en
el “minimalismo mariano” (no tenerla en cuenta).
El culto ecuménico
tiene en cuenta al cristiano de otra denominación, y busca no ofenderlo ni
con las expresiones ni con las manifestaciones, ya sea por su exageración o
por no querer tenerla en cuenta.
Siempre en el equilibrio está la
virtud, y no debemos escandalizarnos unos a otros en las manifestaciones de
fe. Ya dijo Jesús sobre lo que correspondía a los que escandalizan a los
“pequeños” (cristianos) que creen en Él (Mc 9, 42 y //).
VOCACIÓN UNIVERSAL A
LA SANTIDAD.
Esta
vocación, anticipada en la Inmaculada y consumada en la Asunción, es la vocación
de todos los fieles cristianos, según el capítulo V de la Constitución Dogmática
sobre la Iglesia,
del Concilio Vaticano II. LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA PERTENECE A SU SANTIDAD, A
SU PLENITUD DE GRACIA, CON TODAS LAS VIRTUDES, DONES, FRUTOS, CARISMAS Y
BIENAVENTURANZAS DEL ESPÍRITU SANTO, plenitud que todos estamos llamados a
alcanzar en el desarrollo normal de la vida cristiana.
ICONO
ESCATOLÓGICO DE LA IGLESIA.
(Catecismo
972 – Lumen Gentium 68-69)
María Inmaculada, con su Asunción en
cuerpo y alma glorificada a los cielos, es figura final de lo que seremos
todos los cristianos.
Imitémosla en su santidad, y con ella seremos
glorificados junto a su Hijo Jesús.
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